HISTORIA DE ESPAÑA, DE
PIERRE VILLAR
Libro que fue prohibido en España
en su primera aparición, allá por el año 1958 y que en 1979 vuelve a presentar.
Fue todo un best seller del
historiador hispanista francés Pierre Vilar (1906-2003), que hablaba Francés,
Español y Catalán, probablemente una de las mayores autoridades en el estudio
de la historia de España, tanto del Antiguo Régimen como en la Edad
Contemporánea, además de un excelente conocedor de la historiografía catalana,
también simpatizante del marxismo, por lo que posiblemente sus traducciones al
español merecieron el concurso del historiador comunista Manuel Tuñón de Lara
(1915-1997), en la primera publicación en España del año 1963, que obra en mi
poder, como en la que el Grupo Editorial Grijalbo publicó en 1979, que también
poseo y que añaden las observaciones sobre esos últimos años por su autor. Ambos libros adquiridos en mercadillos
callejeros y éste último libro con la firma de uno de sus antiguos poseedores, Manuel
Fornieles Fernández, quien en su día debió de poseerlo, muestra hoy para mí de
nuestra mutua coincidencia de gusto e intereses y, posiblemente, de una
librería que se deshace por la desaparición del propietario y el desinterés de
sus sucesores, o vete tú a saber por qué desprenderse de un libro tan útil para
conocer mejor nuestro pasado y la historia de España.
Cinco son los capítulos que
recogen nuestra historia: (Tomados de la publicación de 1978)
1º.- El medio natural y los orígenes del hombre.
El medio natural
El origen de los hombres y de las
civilizaciones
2º.- Los grandes rasgos de la historia clásica: La
Edad Media.
La España musulmana
La España de la Reconquista
El final de la Edad Media: factores de
la divergencia y factores de unidad
3º.- Los grandes rasgos de la historia clásica:
los tiempos modernos
La construcción política
Apogeo espiritual. El Siglo de Oro
La decadencia del gran Imperio
4º.- Los grandes rasgos del período
contemporáneo
El siglo XVIII y el despotismo
ilustrado
La guerra de la Independencia
Los balbuceos del siglo XIX
Los problemas fundamentales
5º.- Las crisis contemporáneas
La crisis de la Monarquía (1917-1931)
La República (1931-1936)
La guerra civil (1936-1939)
El régimen del general Franco
(1939-1975)
Epílogo (enero de 1978)
En el primer capítulo,
el historiador hispanófilo Monsieur Vilar
nos hace ver que algunas constantes naturales han hecho de la península ibérica
un ser histórico aparte, una especie de continente menor, que mientras se abre
ampliamente, gracias a una acogedora periferia, a las influencias externas de
todo género, su orografía interior
abrupta, pobre, por su riguroso clima y accidentes, con una barrera
ininterrumpida de los Pirineos y cumbres vigorosas que dominan Granada y
Almería, certifican esa “virginidad” según Ganivet o Frank y la “esencia de
España” según Unamuno. Cierto es que el hombre de las mesetas representará un
gran papel en el relato que desfilará por estas páginas, sin duda el principal.
Dirá que “De la naturaleza de su país ha
sacado su pasión por la independencia, su valor guerrero, su gusto por la
dominación política y su desprecio por la ganancia mercantil, su aspiración a
hacer o mantener la unidad del grupo humano de la Península. Que, sin embargo,
encierra, pues, una lucha incesante entre la voluntad de unificación,
manifestada generalmente a partir del centro, y una tendencia no menos
espontánea, de origen geográfico, a la dispersión”.
“Serán los españoles más
accesibles a al contacto con el extranjero, catalanes y vascos, los dispuestos
a desertar de la comunidad nacional, a pesar de que la Península es una
encrucijada, un punto de encuentro, entre África y Europa, entre el Océano y el
Mediterráneo”.
Por esa misma encrucijada y finis terra de la Península en la
antigüedad, no se puede hablar de raza
española, como tampoco de raza
francesa, desde el punto de vista antropológico, aunque la aparición del
hombre fue muy precoz, como atestiguan los yacimientos paleolíticos a lo largo
de todo el territorio, con un período magdaleniense en su máximo apogeo en
Altamira, la llamada Capilla Sixtina del arte prehistórico.
Iberos, quizás de origen
bereber, los celtas, predominantes por Galicia, hasta la fusión celtíbera, con
la continua visita por el Levante de navegantes del oriente mediterráneo, hasta
la presencia de Cartagineses y la llegada de Roma, que hizo de Andalucía su
granero y de la explotación minera un recurso abundante para sus conquistas,
mientras en la Bética nacían algunos de sus más preclaros hijos que irían a Roma:
Quintiliano, Marcial, Lucano, Séneca y los grandes emperadores Trajano y
Adriano, que hicieron patente ya la relevancia de la península ibérica, donde
se asentaría también el cristianismo y la Iglesia.
Con la decadencia romana, los
invasores fueron ahora los alanos, suevos y vándalos, tras los cuales se
impusieron pronto los godos, todos ellos originarios de tierras más allá de los
ríos Rin y Elba.
De una rama goda, los
visigodos que vinieron de Galia, ya romanizados en gran parte, años más tarde el rey Recaredo, que abandona
el arrianismo y se consagra al catolicismo, elige Toledo por capital (587),y llevará a cabo la unidad ibérica,
independiente de todo imperio exterior. Contaron con Isidoro de Sevilla, quien
en su obra enciclopédica intentó salvar la herencia espiritual de la
antigüedad.
La sociedad española no tardó
en desgarrarse política y socialmente. Los esclavos y los colonos vivían en la
miseria. Las disensiones religiosas y raciales renacían sigilosamente. Los
judíos eran perseguidos; los nobles intrigaban. Y obrando como agentes de un
partido, los africanos musulmanes pasan el estrecho y cambian bruscamente la
suerte de España, era el año 711, cuando aparece el Islam con Tarik a la cabeza.
Queda pues asumir que la
Prehistoria española fue muy destacada, como excepcional y brillante la
romanización, a la vez que fecunda y duradera la formación del espíritu
cristiano
Capítulo II.
En siete años la península fue
dominada por los hijos del Islam venidos de Extremo Oriente y las hordas
norteafricanas, afirmando su autoridad Abderramán I (756-788), desterrado
Omeya, que se desvinculó de su pasado con Oriente. Su sucesor Abderramán III se proclamó califa
y Córdoba la capital de Occidente. Entre tanto, en el siglo X, los cristianos
vuelven a ocupar una parte de la España del norte, sobre los cuales Almanzor,
el “Victorioso”, lanzó nuevas expediciones destructoras, llegando algunas hasta
el santuario del apóstol en Santiago. Sin que por ello los cristianos no
cesaran en su paulatino y progresivo avance territorial desde Covadonga y se
iniciaran los reinos de taifas, veintitrés repúblicas oligárquicas musulmanas,
ayudadas por bereberes venidos de África: los almorávides (Zalaca, 1086) y
luego los Almohades (1172), éstos últimos derrotados en las Navas de Tolosa
(1212), gracias a la unión de los reinos cristianos peninsulares y mdercenarios
brítanos y galos, por lo que la Reconquista se hizo más fuerte y solo pervivió
el islam en el pequeño reino de Granada, donde perduró hasta el siglo XV, en
las faldas de Sierra Nevada.
Aun cuando la influencia
islámica fue enorme, no crearon los sistemas de regadío y la prosperidad
agrícola, sino que completaron, mejoraron y embellecieron la obra de los
romanos, introduciendo frutos nuevos y prácticas hortícolas hasta entonces desconocidas,
que importaron de África y de Persia.
La España mora fue en realidad
un crisol en el que se fundieron las aportaciones de las más diversas culturas:
la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, creaciones armoniosas, pero
heterogéneas. Desde este crisol fueron filtrándose los productos hacia la
Europa cristiana, hacia la filosofía escolástica, hacia el arte románico, hacia la escuela de medicina de Montpellier,
hacia la poesía lírica de los trovadores y la poesía mística de Dante.
La pirámide social entre los
musulmanes se componía de los jefes árabes, los soldados, los bereberes, los renegados
cristianos, luego los indígenas que siguieron siendo cristianos, llamados
mozárabes. Entre los cristianos, el
orden era: clero y nobles, cristianos viejos, mozárabes recuperados,
“cristianos nuevos” convertidos y, por último, los mudéjares, que guardaban su
fe, sus costumbres y sus jueces. Añadamos los judíos, largo tiempo respetados
por ambos y los esclavos.
En suma, la Edad Media conoció
un Islam español lleno de vida y de originalidad, cuya riqueza, pensamiento y
complejidad, al igual que la Reconquista cristiana, prepararon las grandes
realizaciones de la España futura.
El desarrollo de la
Reconquista dio comienzo en la primera mitad del siglo VIII, tras la victoria
de Covadonga (722), donde se forma un estado cristiano en las montañas de Asturias,
Cantabria y Galicia, mientras por el Este, entre los años 785 y 811, los
francos rebasan los Pirineos y fundan la “marca” franca, cuyos jefes fueron los
condes de Barcelona, Roncesvalles es la prueba, mientras núcleos de vascos y
navarros luchaban independientemente.
Allá por el año 840 el reino
de Asturias reanudaba sus progresos y alcanzaba el Duero, fijando su capital en
León. Sin embargo, un conde disidente fundaba pronto el reino de Castilla, con
Burgos como capital (932-970), otro reino de Navarra surgía en los Pirineos y
llegaba hasta Tudela, frenando estos avances Almanzor en el año 1000.
Con la caída del califato de
Córdoba, Castilla alcanza sus primeros triunfos y toma Toledo (1080), aunque
llegan los almorávides y solo el Cid les resiste,
Adueñándose de Valencia (1095),
aunque se perderá a su muerte.
En el siglo XII, un pequeño
reino pirenaico, Aragón, bajo Alfonso el batallador se instala en Zaragoza en
1118, además de las plazas moras del sur del Ebro, Calatayud y Daroca, después
se unirá por matrimonio al condado de Barcelona, que a su vez llegaba hasta
Tortosa en el delta del Ebro y funda Teruel (1170).
La amenaza almohade será
vencida en las Navas de Tolosa (1212) gracias a la vigorosa unión de los reinos
cristianos. Desde entonces, Portugal al oeste seguirá avanzando; en Castilla,
San Fernando ocupa Córdoba (1236), Sevilla (1248). Aragón, por su parte, con
Jaime I, llamado el Conquistador, se apodera de las Baleares (1229 y 1235),
Valencia (1238) y en 1270 llegan hasta Játiva, Alcira y Murcia. En ese año, a
los musulmanes solo les queda el reino de Granada.
En ese año de 1270 la
Reconquista se paraliza, Portugal vuelve los ojos hacia el Océano y Aragón
hacia el Mediterráneo, mientras que el reino de Castilla se desgarra en luchas
dinásticas.
La Reconquista fue una empresa
de colonización permanente, a la vez que
una guerra santa. La sociedad medieval española se fundó sobre una necesidad de
expansión, y sobre ese impulso de fe.
España y sobre todo Castilla,
fue de 711 a 1492 una sociedad en combate permanente, donde el clero y los
nobles formaron un grupo y del otro una masa numerosa y pobre, pero penetrada
de su importancia y autoridad.
Aun cuando la nobleza y el
clero ostentaran la función dominante, no existió por ello aplastamiento social
o anulación política de las otras clases de la sociedad, de ahí las behetrías
(protección de un hombre o de un grupo por un señor de su elección) y las
cartas pueblas (cartas concedidas para la repoblación). Más tarde, cuando la
Reconquista se extendió, los diversos grupos reconquistados: mozárabes, judíos,
mudéjares, recibieron a su vez su estatuto, sus fueros. Y mientras Castilla se
debilitaba económicamente, la periferia: Portugal, Cataluña, Valencia,
Baleares, ve el nacimiento de núcleos burgueses.
Las Cortes entonces, en todos los reinos, representaron ante la
realeza y sus consejeros (nobles y clero) al elemento popular de la nación,
dando lugar a la mayor armonía. En Castilla reina san Fernando (1230 a 1252),
rey de las tres religiones. En Aragón Jaime el Conquistador: batallador, poeta,
brutal y galante, rodeado de santos: Raimundo de Peñafort, Pedro Nolasco y el
extraordinario Ramón LLull. El islam retrocede y se levantan catedrales y
nuevos burgos.
La existencia de las taifas
posiblemente favoreció la fragmentación posterior de España: Asturias, León,
Castilla, Galicia, Portugal, Navarra, Sobrarbe, Aragón, Ribagorza, mientras los
condados catalanes se agregaban o disgregabas según los enlaces matrimoniales.
En todos esos reinos existió
por encima de todo la unidad de fe, el espíritu de cruzada y el sentido de la
comunidad cristiana contra el moro, sin que nos olvidemos de los accidentes
locales ni las alianzas circunstanciales, que ya nos anuncian la dualidad
española: particularismo y universalismo.
Superados en Castilla los
disturbios por las crisis dinásticas: reinado de Alfonso X (1275-1295), minoría
de edad de Fernando IV y Alfonso XI (1312-1325), trágico duelo entre Pedro el
Cruel y su hermano bastardo Enrique de Trastamara (1350-1360), pretensiones de
la casa Lancaster al trono castellano. Solo Castilla proseguirá la lucha contra
los moros. Portugal, desgajada de los destinos peninsulares, en 1383 una
revolución llevó al trono a la casa de Aviz y tras su victoria contra los
castellanos en Aljubarrota (1385), se lanza a las grandes navegaciones. La
Corona de Aragón, por el poderío de sus puertos levantinos, se lanza a la
conquista de Túnez (1280), intervienen en Sicilia, obtienen derechos sobre
Cerdeña y Córcega, luchan al lado de Venecia contra Pisa y Génova, establecen
factorías en otras costas, heredan la Morea y el ducado de Atenas, herencia de
los almogávares, arrebatada a Bizancio, también Nápoles y otros lugares de Italia
serán el origen de los intereses futuros españoles, estamos en el siglo XIV.
En el siglo XV se llevará a
cabo la unificación española, cuando Cataluña está en decadencia: demográfica,
hambre, peste, finanzas, temblores de tierra, disturbios urbanos, conflictos
entre el campo y la ciudad, desaparición de ricas comunidades de judíos,
piratería. Los reyes en esa época de Aragón fueron Pedro el Ceremonioso
(1334-1387), Juan I (1387-1396), Martín el Humano. Compromiso de Caspe (1412)
por el que un príncipe castellano, Fernando de Antequera, empuña el cetro de
Aragón. Alfonso V abandona España por Nápoles. Duros enfrentamientos en la lucha por el poder municipal entre el
partido de los rentistas y de la aristocracia mercantil de los importadores,
enrolados en la Biga, contra los
partidarios de los exportadores, la producción, artesanos, menestrales, de la
devaluación monetaria y del proteccionismo aduanero y de los campesinos, en la Busca.
La ruptura entre las clases
dirigentes de Cataluña y la monarquía se consuma durante diez años de guerra
civil (1462-1472), siendo rey Juan II, padre de Fernando el Católico, que será
clave en el matrimonio de la unidad española. En 1484, cuando la Inquisición se
instala en Barcelona y expulsa a los judíos conversos, la ciudad tendrá menos
de 20.000 habitantes.
Mientras tanto, Castilla en el
siglo XV se prepara para su futuro papel predominante, a pesar del rey Juan II
de Castilla (1406-1454), refinado y débil; su hijo Enrique IV (1454-1474), un
anormal y de peregrinas costumbres, a pesar de que desde los años 1400-1410 las
expediciones hacia Granada y África no han cejado.
En economía Castilla cuenta
con la Mesta, corporación de
ganaderos trashumantes y la enorme asistencia a las ferias de Medina del Campo,
Villalón, Valladolid, Medina de Ríoseco y los consulados de Burgos (1494) y
Bilbao (1511) aseguran la exportación de las lanas merinas, que otros
mercaderes españoles comercializan en Brujas, Nantes, Londres y la Rochela.
Castilla explota sus dos fachadas marítimas: la cantábrica y la andaluza, razón
también de la fundación en Cádiz, entre 1460 y 1470, del colegio de pilotos
vascos.
Isabel II, hermana de Enrique
IV, aspira a la sucesión, preferida a Juana, hija del rey, considerada
ilegítima. Además, representa el orden monárquico contra las turbulencias
nobiliarias, la moralidad contra las
costumbres degeneradas, la raza conquistadora contra los moros y judíos.
A la muerte de Enrique IV,
Isabel lleva ya cinco años casada con Fernando de Aragón y representan ambos la
unidad española, de una España moderna que unirá las tradiciones de Reconquista
de Castilla a las ambiciones mediterráneas de Aragón. Tanto monta, monta tanto, como
Isabel y Fernando.
Capítulo III.
Tres reinados y poco más de un
siglo (1479-1598), bastarán para proporcionar a España uno de los más
brillantes triunfos que la historia conoce.
Su apogeo se alcanza con el
matrimonio y el acuerdo recíproco de los Reyes Católicos de asegurar la unión
de Castilla y Aragón, tomar Granada en 1492, recuperar Navarra en 1515 y
descubrir las Indias occidentales por casualidad.
Con su descendencia irán
tejiendo un entramado de matrimonios que permitirá más tarde a la Corona
católica su expansión territorial futura y dominio tanto en Italia, como por
tierras de Flandes y Noreste de Francia y Austria.
Cierto es que Aragón es una
federación de estados, donde Cataluña, Baleares y Valencia conservan sus
fueros, cortes, aduanas, monedas, tributos y medidas, razón de los virreyes y
que en la periferia peninsular no aceptaran con buenos ojos a los funcionarios
y soldados forasteros, venidos de Castilla.
Le seguirá Carlos V, casado
con una infanta de Portugal, cuyo heredero será Felipe II, quien en 1580 tuvo
bajo su cetro toda la Península y los dos mayores imperios del mundo, a pesar de que en Aragón
le recordaran sus viejas prerrogativas, siendo solamente el Conde-Duque
Olivares quien obstinadamente intentó, en el siglo XVII, una enérgica
centralización, cuando la fuerza militar y económica del centro español se
agotaba, Portugal se sublevaba y Cataluña se ofrecía a Francia.
Es en la religión donde los
Reyes Católicos llevan a cabo la unidad, creando un tribunal de la Inquisición,
en 1478, para sancionar a los conversos
sospechosos, mientras en 1492 un edicto expulsaba a los judíos y Cisneros en
1499 llevaba a cabo en Granada una virulenta conversión forzada de los
moriscos.
Las germanías en Valencia y
Baleares, como la rebelión de las Comunidades, serán dos de las rebeliones a
las que en la península tenga que enfrentarse Carlos V, aceptar a regañadientes
a los moriscos, quienes con sus impuestos contribuyen en la construcción de su
palacio en Granada, pues se temen sus lazos con los piratas de Berbería y con
Francia, a lo que se sumarán durante el reinado de Felipe II, frente al
unitarismo que triunfó en el siglo XVI, el protestantismo y los brotes de
eramismo.
El Estado conformado por los
Reyes Católicos y sus sucesores de Habsburgo, a pesar de la prudencia inicial y
de despiadadas actuaciones contra la disidencia religiosa, llevarán a cabo la
reforma monástica, la creación de la universidad de Alcalá, donde se escribe la
Biblia políglota, aunque se multiplica el número de clérigos y las
instituciones de beneficencia y crecen las “manos muertas”, además de un enorme
esfuerzo administrativo y militar para contener a los enemigos que cada día
acechan más al imperio español, principalmente en los Países bajos y Francia,
como se inicia en Inglaterra bajo la férula de Isabel de la casa de Tudor,
razón para que la hacienda pública se arruine.
Políticamente los Reyes
Católicos doblegaron a la turbulencia de los grandes nobles y empezaron su
domesticación, canalizaron hacia el
ejército el espíritu de aventura de la
pequeña nobleza, dominaron las maestranzas de las órdenes religioso-militares,
hicieron de la Hermandad la policía de ciudades, una policía de estado.
Introdujeron sus corregidores en los grandes municipios, a duras penas
convocaron las Cortes e hicieron de los procuradores de estas asambleas una
especie de funcionarios. En cambio, fundaron una cancillería y las audiencias,
los Consejos de Castilla, de Aragón de Hacienda, de Indias. Su reforma monetaria, sus favores a la Mesta,
su intervención en la guerra de liberación de los siervos catalanes, muestran
la preocupación que les dominaba y dejaron su huella en el porvenir.
Felipe II hará de Madrid, más
concretamente el Escorial el centro vital del Imperio, por medio de una
maquinaria de secretarías, consejos, alcaldes y sus escrúpulos, lenta y costosa
para los administrados.
Será en Rocroy, en 1643,
cuando se derrumbe toda esa fuerza y ese predominio que habían forjado los
Reyes Católicos con la destreza del Gran Capitán, don Gonzalo de Córdoba y
tanto Carlos V como Felipe II, se verán abocados a acudir a préstamos de
banqueros: Fugger, Welser, Schatz, Spínola, que incluso con la victoria de San
Quintín o Lepanto, le quitarán el sueño a Felipe II, tras el intento de la
Armada Invencible (1538) de acabar con la amenaza de Isabel de Inglaterra, que
inician junto a los Países Bajos, bajo la corona de los Orange, las rutas
marítimas.
Dos años después de la hazaña
de Colón, el papa repartió la Tierra entre Portugal y España. De 1495 a 1503
transcurre la era del comercio y de la navegación libres, con expediciones
poderosas: segundo viaje de Colón o flota de Ovando (30 navíos y 2.500
hombres).
El ritmo se acelera en la
época de Carlos V. Espinosa crea Panamá, Las Casas aspira a una colonización
pacífica, Cortés funda la Villa Rica de la Vera Cruz, derrota a los Mexicas en
Tenochtitlan y apresa a Moctezuma y es nombrado lugarteniente del rey en la
Nueva España. Magallanes inicia la vuelta al mundo que terminará Elcano. De
1523 a 1529 se explora Guatemala y Honduras, se llega a Venezuela, que será
cedida a los Welser, el Perú, el río de la Plata, se funda Santa Marta,
Cartagena de Indias. Alvar Núñez Cabeza de Vaca va desde el Mississippi hasta
California a pie. Desde las costas de México se llega ya al Asia.
En 1531 se conquista el
imperio Inca, se funda Lima (1535). Almagro, separado de Pizarro, toma el
relevo de Valdivia y llega hasta la
cordillera andina, Santiago de Chile (1541).
Irala organiza los países del
Plata, Hernando de Soto visita la actual Georgia, Coronado el Colorado hasta
Arkansas. López de Villalobos, en 1542, después de salir de Nueva España, llega
al archipiélago que bautizará como Filipinas.
Ya con Felipe II, en los
territorios del sur de América se multiplican las fundaciones y nuevas ciudades:
Mendoza (1559), San Juan (1561), San Miguel de Tucumán (1565), Santa Fe (1573),
Córdoba (1573), Buenos Aires (1580), Salta (1582), Corrientes (1588), San Luis
(1597). Urdaneta regresa desde Asia a las costas americanas.
Legazpi ocupa Luzón y funda
Manila; Mendaña, Sarmiento y Quirós descubren las islas Salomón, Tahití, las
islas Marquesas, las Nuevas Hébridas y Torres, el estrecho que lleva su nombre.
En 1580, España tiene las factorías en
África, India, archipiélago de la Sonda, las Molucas, Célebes y Filipinas,
tiene relaciones con Japón y China, piensa intervenir en Camboya y Siam, aunque
los rebeldes de los Países Bajos amenazan ya estas posiciones y Raleigh en 1584
ofrece la Virginia a su reina.
Desde que Colón iniciara su
primer viaje del Descubrimiento en Palos, un 3 de agosto de 1492 y alcanzara
tierra americana un 12 de octubre del mismo año, los españoles llevaron a cabo
la más extraordinaria epopeya de la historia humana, donde sus descubridores y
nuevos pobladores llevaban consigo su sed de oro y de evangelización, a no
dudar, pero también todo el espíritu creador: científico, jurídico-político,
económico, arquitectónico y material del siglo XVI y de la herencia que sobre
su estirpe habían dejado desde la antigua Grecia, pasado, por Roma, los judíos
y los árabes y la historia peninsular, la Reconquista y las enseñanzas
acumuladas en la Biblia políglota depositada en Alcalá, como la lengua española
que un día emergió en el norte de la península ibérica, y a la que el humanista y filólogo Nebrija daría forma con su gramática del
castellano, en 1492, como también el
saber del Renacimiento, en una obra majestuosa de colonización voluntaria y
meditada.
Cuando Colón ofreció como
esclavos a Isabel la Católica los indios capturados, la reina respondió: ¿Qué poderes ha recibido de mí el almirante
para dar a nadie mis vasallos? Era la preocupación permanente de unos reyes
por tener súbditos directos y libres.
Las obras profanas llenarán
las bibliotecas del Nuevo Mundo y se harán partícipes de la actividad
intelectual del Sigo de Oro, mientras las ciudades se van llenado de
catedrales, palacios y bellas ciudades.
El hecho colonial español fue
agente decisivo en la transformación económica de que nace el mundo moderno,
dando lugar al primer “mercado mundial” y contribuir en el desarrollo de la
producción europea, con una cobertura monetaria cada vez más abundante.
Si a eso le añadimos ese ir y
venir entre España y América de vegetales y animales, como de hombres y mujeres
de todos los lugares donde España tenía su dominio: Italia y norte de Europa,
Humboldt nos dirá que las mayores transformaciones en la flora y fauna del mundo databan de la
colonización española, cuya emigración de agricultores fue estimulada desde
1495, mientras los rebaños allí llevados se multiplicaban gracias a los enormes
pastos existentes, a Europa llegaría la patata y el maíz, cuando México y Perú
proporcionaban a partir de 1550 casi todo el metal precioso que inundaría
Europa.
La época de los Reyes
Católicos es pues una época creadora. Se publican las ordenanzas organizando en
Sevilla la Casa de Contratación, a base del modelo de Burgos y destinada tanto
al tráfico con África como al de las Indias. Sevilla será un vivero de
burocracia y especulación, un puerto regional, nacional, colonial y mundial. El
propietario andaluz vendía allí sus vinos y su trigo, lo mismo que toda casa de
comercio europea de alguna importancia que contaba allí con representante.
Incluso los catalanes orientaban la venta de sus paños a través de Medina, tras
la pérdida de los mercados mediterráneos y orientales. La banca sevillana de
los Espinosa, Iñíguez, Lizarrazas, Negrón, Morga, según fray Tomás Mercado,
abarcaba más que un océano.
Cierto es que los precios de
las mercaderías no paraban de subir, razón también de la expansión de los
viñedos de Jerez y de los olivares de Jaén, cuando en Granada y Valencia, la
producción de seda estaba asegurada. También nacía la metalurgia vasca, que se
aprovechaba del momento de expansión general.
El Siglo de Oro de la
civilización española fue todo un proceso de florecimiento y no un estallido
brusco. Progresa la lengua, se desarrollan los géneros literarios originales y
los refinamientos del arte plateresco. Se importan libros de estudio y se
favorece la imprenta, tiene una enorme influencia la universidad de Salamanca y
da sus primeros pasos la universidad de Alcalá.
Técnicos, médicos, astrónomos,
botánicos, filólogos, como el antes citado Nebrija y Arias Montano,
historiadores como Zurita o Mariana se suceden a la vez que nos llegan las
obras de Suárez y un Vitoria, sobre el fundamento de los poderes y el derecho
de gentes.
Quevedo, Calderón, Góngora,
Cervantes, santa Teresa, Lope de Vega, Fray Luis de Granada, discípulos de
Berruguete, qué decir de Velázquez el más insigne y representativo de este
Siglo de Oro en la pintura, como tantos otros que harían interminable esta
relación y muestra de una época de conquistas y de una lengua como el
castellano que es estimada como noble en todo el universo.
La decadencia del gran
Imperio. Se inicia con la pérdida de su población, la ruina de Castilla, de sus
industrias, su ganadería, un monopolio comercial burlado por los extranjeros,
junto a una decadencia política en los reinados de Felipe III, Felipe IV y , sobre
todo, con la llegada al trono del inerme y enfermizo Carlos II. Se pierde
Portugal en 1640, Cataluña se sublevó, pero es vencida, aunque lo vuelven a
intentar entre 1700 y 1714. La alianza austríaca contra Richelieu o Mazzarino
es un semillero de fracasos. En 1648 perdemos las Provincias Unidas, Artois y
plazas flamencas. Por el tratado de los Pirineos se desgaja del territorio
español la Cerdaña y el Rosellón, después el Franco Condado y otros trozos de
Flandes en lucha contra Luis XIV, a lo que seguirá con Felipe V, de la rama de
los Borbones, los Países Bajos católicos, Luxemburgo, posesiones en Italia,
Menorca y Gibraltar. Llegando a comparar Montesquieu esta caída con la
decadencia del imperio romano. La puntilla definitiva serán las pestes de 1599
y 1600, que despueblan las ciudades, con un campo ya abandonado y una juventud que ha emigrado.
Hacia 1620 la eliminación de
la empresa española en el mercado mundial es una realidad, motivada por el alza
de precios, alza de salarios, desprecio del trabajo manual, exceso de
vocaciones religiosas, expulsión de disidentes religiosos, emigración, abandono
de la agricultura, vida picaresca, etc.
Capítulo IV
De 1700 a 1800, la población
española pasa de seis a once millones de almas, los factores de la decadencia
parecen borrarse, los metales preciosos afluyen a Europa, la política exterior
de España se limita a fines concretos, apenas hay persecuciones religiosas y
expulsiones y la clase productora mejora su estatus, con roturación de tierras
y su colonización, creación de nuevas aldeas y se reanudan grandes obras
públicas, mientras el tráfico es la gran conquista del siglo.
La Real Compañía Guipuzcoana
de Caracas concentró el comercio de cacao desde 1728, más tarde dos compañías
sucesivas de Filipinas y una compañía barcelonesa de las Antillas. En 1778 se
generalizó el libre comercio. Cádiz despojado de ese monopolio, que había
heredado de Sevilla, sin embargo conservó su prosperidad. También era próspera
América bajo la intervención de los grandes virreyes: Amay, O´Higgins, los
Gálvez, Cevallos.
Es pues un gran siglo colonial para España el
siglo XVIII, pues hace acopio de materias, población en aumento,
industrialización. En Cataluña, el
algodón reemplaza a la lana y las innovaciones técnicas siguen de cerca los
pasos de las de Inglaterra.
Mientras todo ello acontece en
la economía, la política de familia logra restaurar la influencia española en
Italia y en 1739, los marinos españoles hacen fracasar un brusco ataque de las
fuerzas inglesas, además de recuperar Menorca, la Florida y alcanzar ventajas
coloniales, gracias a la enorme atención a la marina concedida por
dos excelentes ministros:
Patiño y Ensenada.
La tradición centralizadora de
los Borbones decaerá, como desaparecen los privilegios locales, se sustituyen
los viejos organismos autónomos por capitanías, intendencias y audiencias.
Las provincias se hacen más
presentes, se suprimen derechos sobre la producción, el gremio del comercio
barcelonés obtiene de Madrid su protección y el libre comercio con América. En
el País Vasco, la élite ilustrada funda la primera Sociedad Económica de Amigos
del País, que toda España imita, destacando en esta época de despotismo
ilustrado, grandes hombres como el aragonés Aranda, el asturiano Jovellanos,
Floridablanca, Campomanes y los antes citados Patiño y Ensenada. E ilustrados
como Moratín, el padre Feijoo o Capmany.
Con esta captación de las
fuerzas vivas de las provincias, el centralismo logra la unidad.
Con todo ello, en 1787, había
aún en España diecisiete ciudades, dos mil trescientas cincuenta y ocho villas
y ocho mil ochocientos dieciocho pueblos sometidos a la jurisdicción de los
señores; tres ciudades, cuatrocientas dos villas y mil doscientos ochenta
pueblos sometidos al patrocinio
eclesiástico de las órdenes y frente a la miseria del campesino se alzaban las
inmensas fortunas de los nobles.
Carlos IV había sido un rey
mediocre y su favorito Godoy, un apuesto extremeño Guardia de Corps de la
reina, que llegó a ser todopoderoso en 1792 y nefasto en su gobierno de España,
que pierde Santo Domingo con la firma de Basilea, la Trinidad y la Luisiana y
en 1805 el desastre de Trafalgar, por los acuerdos cerrados con Francia, que
permitieron a Napoleón ocupar las plazas fuertes de Cataluña y Navarra, al mismo
tiempo que en Lisboa.
La independencia española
estaba amenazada, aprovechándose también Napoleón de las disputas entre Carlos
IV y su hijo, entonces príncipe, y más tarde rey Fernando VII, por lo que entra
en Madrid el general Murat y su ejército de Mamelucos, a los que un 2 de mayo
de 1808, los madrileños y tras ellos el resto de España, se alzarán en armas.
La guerra de Independencia
empezó en Madrid ese 2 de mayo y entre el 20 y 30 del mismo mes, Asturias,
Aragón y Galicia se negaron a obedecer a las autoridades que “colaboraban” con
los invasores franceses, que se extendían por todo el territorio nacional y
nombraban rey a José I, hermano de Napoleón.
De las juntas provinciales
sale el acuerdo de nombrar al anciano Floridablanca y al escrupuloso Jovellanos
para presidir la Junta Central de resistencia, que en el reducto de Cádiz, de
1810 a 1812, dictarán la Primera Constitución liberal, que sufrirá distintos
altibajos y fuente de numerosos enfrentamientos con el monarca, en una disputa
entre la tradición frente al pensamiento liberal que marcará el siglo XV.
Fernando VII (1814-1833). Su
reinado se caracterizará por la brutalidad y la mediocridad del poder y el
fracaso de la renovación intentada en 1812 durante las Cortes de Cádiz.
En Verona, Chateaubriand pide
la intervención, acudirán a España los “cien mil hijos de San Luis” que
suprimen todas las libertades hasta entonces logradas y respaldadas por el
felón de Fernando VII, que dará paso a la “década ominosa”, cuando ordena
fusilar al más popular de los guerrilleros el Empecinado (1825), a Torrijos
(1831) y es ejecutada Mariana Pineda en Granada por coser una bandera que pide
libertad (26 de mayo de 1831).
En 1824 en Ayacuyo, en el sur
del actual Perú, las tropas reales son derrotadas y empezará el desmoronamiento
de las posesiones coloniales en América.
A la muerte de Fernando VII,
le sucede su esposa y viuda María Cristina, de 1833 a 1840, fecha de los
pronunciamientos (1873-1875) y de la primera guerra carlista.
Mendizábal, Toreno, Martínez
de la Rosa, Espartero, Maroto, el “abrazo de Vergara” y el destierro de la
regente, son algunos de los personajes más destacados de este período y hechos.
Es nombrado gerente, mientras
la minoría de edad de la futura reina de España, Isabel II, el general “duque
de la Victoria, Espartero, de 1840 a 1843,
que no puede evitar la agitación en las calles y su camarilla que ordena
fusilar a generales sublevados, se tendrá que exiliar en Londres, aunque antes
bombardea Sevilla.
Isabel II es proclamada reina (1843-1854),
a su mayoría de edad y utilizada por los moderados contra los progresistas.
González Bravo, Narváez, Serrano, Prim, Concha, Sartorius, O’Donnell, la
“vicalvarada”, el nacimiento de los partidos democráticos republicanos de
Castelar y Salmerón, federales de Pi y Margall, incidentes marroquíes, nuevos
pronunciamientos, intervenciones navales en Chile y México, agitaciones, su
consorte Francisco de Asís de inclinaciones homosexuales, la reina de numerosos
amoríos y la rebelión de 1868 que tumbará su reinado, son algunos actores e
incidentes en el reinado de la “Reina de los Tristes Destinos” y también
llamada la “Reina Castiza”, que se exiliará en París.
Serrano y Prim (1868-1875)
gobiernan provisionalmente hasta la convocatoria de las Cortes, que votan una
constitución muy democrática, pero monárquica, razón de la entronización de
Amadeo, hijo del rey de Italia, que cuando acepta el trono, su más ferviente
defensor, el general Prim, es asesinado (30 diciembre de 1870), cuando la
rivalidad Sagasta-Ruíz Zorrilla y una nueva guerra carlista tienen al país en
vilo.
Amadeo I abdica y es
proclamada la República, el 11 de febrero de 1873, con tendencia federal, su
primer presidente Figueras, que una noche abandonará el poder y se marchará a
Francia; Salmerón, que lo abandonará para no aplicar una sentencia de muerte;
Pi y Margall y Castelar, quien verá la disolución de las Cortes por la fuerza,
la del general Pavía, un 3 de enero de 1874.
Una dictadura provisional
preparó la Restauración a favor del hijo de Isabel, Alfonso XII, que se
encontraba en Inglaterra y cuyo preceptor era Cánovas del Castillo.
La Restauración (1875-1917).
Se caracteriza por el ejercicio alterno del poder de los dos grandes partidos,
llamado “turno político”. Se pone fin a la guerra carlista, de 1875 a 1885, y
se impone como gran hombre Cánovas, que ve morir prematuramente al rey, en
1885, y tendrá que hacerse cargo de la regencia, con la reina María Cristina en
el solio real, quienes tendrán que enfrentarse nuevamente a la declaración de
guerra de los Estados Unidos, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas,
entre otras posesiones de ultramar, en 1898, a la vez que en la península, en
Cataluña y país Vasco los intelectuales iniciaron movimientos rupturistas
también.
Ya en el poder Alfonso XIII,
de 1902 a 1917, las tensiones se agravan, con ministerios de Maura y Moret, con
un anarquismo efervescente en Cataluña y e regional por la burguesía y los
intelectuales. En 1906 se presenta a las elecciones Solidaridad Catalana y en 1909,
una movilización en Barcelona de tropas destinadas a Marruecos, es origen de la
“semana trágica”, que concluirá con la ejecución de Ferrer acusado de
responsabilidad ideológica.
Canalejas, caído víctima de un
anarquista, como también lo fuera Cánovas del Castillo; García Prieto, Dato, Maura, las disputas entre
germanófilos y aliadófilos, la neutralidad española y la guerra europea del 14
al 18, sin embargo ocasionaron en España una crisis, inicio de los trastornos
contemporáneos.
Los problemas fundamentales
por los que pasa España comienzan con una demografía creciente, se pasa de 16 millones de almas en 1857 a 19
millones en 1900, a 24 en 1935, a la que los gobiernos no logran encontrar una
satisfactoria solución económica y la desigualdad impera, los problemas
agrícolas, con enormes latifundios y minifundios de escaso aprovechamiento, en
todos los cuales es indispensable el regadío, que, no obstante, requiere una
enorme inversión, y las viejas costumbres, el analfabetismo y los caciques
frenan cualquier estímulo.
Esa abrumadora desigualdad se
manifiesta en que a comienzos del siglo XX, 10.000 familias poseían 50 por
ciento del catastro, y el 1 por ciento de los propietarios el 42 por ciento de
la propiedad territorial. En Jerez, por ejemplo, el 67 por ciento de los
viñedos están en manos de un 3 por
ciento de los propietarios. Otro, los Medinaceli consagraron a la caza durante
mucho tiempo, 15.000 hectáreas sobre 16.000 de buenos terrenos. La
intensificación no tiene lugar a causa del latifundio.
En lo que se refiere a la
industrialización, la explotación minera, el equipamiento general y la
industria pesada, o permanecen atrasados o están en manos de empresas
extranjeras: belgas en la empresa Real Asturiana de Minas, franceses en
Peñarroya e ingleses en Orconera, Tharsis y Riotinto.
En cuanto al equipamiento
industrial: máquinas, transportes, fuerza motriz, también la pobreza daba lugar
a la inversión extranjera, que aprovechaba las concesiones en el ferrocarril,
la electricidad y el automóvil.
No obstante, en Cataluña nació
una industria textil, poco concentrada orgánicamente, aunque solidaria por su
emplazamiento próximo a Barcelona: Sabadell y Tarrasa, lo que hace posible el
crecimiento de la capital del principado, que de 88.000 habitantes en 1818,
pasan a 190.000 en 1860 y 510.000 en 1897, con trabajo en industrias de tipo
medio, a base de capitales familiares y de necesidades bancarias limitadas.
Los catalanes consideraban que
ellos encarnaban “el trabajo nacional”, aunque como no podían hacerle
competencia a Inglaterra, y como el proteccionismo en las colonias era muy
restringido, se integran en un organismo, llamado Fomento del Trabajo Nacional,
con prensa, mítines y puestos en el parlamento, donde denuncian la política
madrileña, el peso de la España pobre y reclaman la dirección de la economía,
siempre protectora de sus intereses locales y contraria al liberalismo.
Por esa pobreza, España será
tratada por el extranjero como zona de influencia, razón de sus posiciones en
los matrimonios reales y en una rivalidad anglo-francesa, que tras la pérdida
de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, en 1898, dará origen a voces en pro de
una “política africanista”, caso de Costa, como también a la oposición al
régimen por parte de los catalanes, cuya industria perdía sus últimos mercados
externos, demandando para ellos un mayor proteccionismo, mientras se alzaban
voces autonomistas, caso del abogado Prat de la Riba, en La nacionalitat
catalana.
En ese año 1898, además de la
derrota ante los EEUU, se agravan los problemas regionalistas. El nacionalismo
vasco se desarrolla sobre todo en este siglo XX, aunque nació en el XIX con la
doctrina enunciada por el xenófobo Sabino Arana en Bilbao. Mientras tanto, en
Cataluña, el separatismo catalán se hace más presente. Había empezado como una
manifestación de renovación lingüística. La lengua catalana recobró dignidad
literaria entre 1833 y 1850, con la Oda de la Pàtria, de Aribau, las poesías de
Rubió y Ors, además de los Juegos Florales, los trabajos históricos de los
Bofarull, Milá y Fontanals y Balaguer, todo lo cual puso de moda el pasado
catalán, que hacía surgir nuevos poetas como Verdaguer y, más tarde Maragall.
Siendo la reconquista de la lengua, entre 1910 y 1925, obra mayoritaria de
Pompeu y Fabra.
Así se explica la evolución
del propio catalanismo: del regionalismo intelectual pasa al autonomismo (1892:
Bases de Manresa). Después de 1898, habla de “nacionalidad”. En 1906,
Solidaridad Catalana obtiene un gran triunfo electoral, por encima de los
partidos de ámbito nacional, mientras Madrid creía contrarrestarlo con el
demagogo, y fundador posterior del partido republicano Radical, Alejandro
Lerroux, ídolo de las multitudes populares barcelonesas, a pesar de que el
catalanismo fue capaz de reunir a las oposiciones de tipo democrático y pequeño
burgués; un catalanismo de izquierda que iba a unir a pequeños propietarios,
“rabasaires”, empleados, funcionarios e intelectuales modestos. Se perfilaba un
bloque regional contra Madrid.
El movimiento social y las
organizaciones obreras. En el siglo XIX la participación social en la industria
española nunca fue fuerte. Contaba con
tres núcleos regionales: Cataluña, Asturias y Vizcaya, cuatro o cinco
ciudades: Madrid, Sevilla, Valencia, Málaga, Zaragoza; minas aisladas:
Peñarroya, Ríotinto, La Unión. No obstante, desde el siglo XIX la clase obrera
española ha desempeñado un papel sensible, razón también de la presencia de
anarquistas, sindicalistas y marxistas, a menudo venidos de fuera. Los grandes
días que el anarquismo vivirá son entre 1890 y 1910, acción directa por
atentados, huelgas de 1890 y 1912, proceso de Montjuic, semana trágica. En 1911
empieza una fase más organizada y es fundada la Confederación nacional del
Trabajo, CNT.
En Cataluña, desde los años
1830-1860, se había ya afirmado las tendencias a la asociación: Sociedad de
Tejedores, Las Tres Clases de Vapor, Unión Manufacturera, donde eran frecuentes
las sacudidas de violencia y la huelga general.
Marx y Engels desde Londres y los bakuninistas desde Suiza
se lanzan a porfiada lucha en torno a objetivos españoles. Nace entonces el
Partido Socialista Obrero en Madrid y en 1888, la organización sindical Unión
General de Trabajadores, siendo Pablo Iglesias Posse su fundador, sin
originalidad, pero noble figura, que durante mucho tiempo al socialismo español
en la tradición de Lafargue y Guesde. Más tarde esta tradición irá en olvido,
conforme se incorporen al partido políticos natos como Indalecio Prieto,
profesores de Derecho como Besteiro y Jiménez de Asúa o Fernando de los Ríos,
pasándose al parlamentarismo y el reformismo.
No obstante, el anarquismo
vivió grandes días entre 1890 y 1910: “acción directa” por atentados, huelgas
de 1890 y 1912, proceso de Montjuïc, “semana trágica”. En 1911 empieza una fase
más organizada, fundándose la central anarco-sindicalista, Confederación
Nacional del Trabajo, CNT, que dominará el movimiento obrero español hasta la
guerra civil.
Problemas espirituales.
Como en el siglo XVIII, el
debate entre la tradición y el deseo de renovación siguen muy presentes
todavía. A mediados del siglo, un sacerdote catalán, Balmes, y un liberal
convertido, Donoso Cortés, hacen un vehemente llamamiento en favor de una
vivificación de la tradición, posición de carácter defensivo y cuya influencia
no será inmediata, a pesar de que los novelistas, caso de Pereda, Valera,
Palacio Valdés y Bazán sí descubren a un pueblo en crisis moral.
En 1880, el krausismo,
introducido por Giner de los Ríos a través de la Institución Libre de
Enseñanza, que tan lejos llegará y que contará con una grey de un talento
extraordinario, además de la Junta para Ampliación de Estudios en el
extranjero, señalan el camino del cambio educacional y señalan a las élites
intelectuales y de gobierno futuras, mientras Baroja pisotea la tradición, pero
rechaza las lecciones del exterior, Antonio Machado centra su meditación
poética sobre el paisaje de Castilla la Vieja, pero denuncia “la sangre de
Caín”, de estómago vacío y “alma huera” del español. Ganivet muere desesperado
lejos de su patria, después de haber trazado su idearium, para mostrar que no hay común medida entre España y
Europa. Otras corrientes del pensamiento de esa época son Menéndez Pidal,
Sánchez Albornoz, Marañón, ortega y Gasset y Eugenio d’Ors, entre otros.
En suma, los hombres del 98,
contradictoriamente, quisieron criticar, al mismo tiempo, el complejo español y
exaltar su mito, fieles a esta disputa serán Azorín, Maeztu, Unamuno y
posteriormente, Federico García Lorca, Miguel Hernández o Pablo Picasso.
Capítulo V
La crisis de la Monarquía
(1917-1931)
Primera fase (1917-1923). Los
disturbios
Gracias a la neutralidad, a
pesar del choque entre aliadófilos y germanófilos, España vivirá en una euforia
económica que se frenará de repente el año 1917, con la carestía de la vida, el
anuncio de la revolución rusa, los enriquecimientos escandalosos, que originará
una agitación ciudadana que cristalizará en mayo en un movimiento militar,
cuando los oficiales de infantería constituyen “juntas” contra el favoritismo,
mientras también se ponía en marcha un movimiento político. Regionalistas,
reformistas, radicales y socialistas reclamaban la convocatoria de Cortes, en
las que el gobierno no estaba seguro de tener mayoría. En Barcelona se
celebrará una reunión ilegal de ochenta diputados de la oposición que piden una
Constituyente.
A fines de julio un movimiento
social reemplazó a la agitación política. Hubo huelgas en Valencia, Santiago y
Bilbao. El 13 de agosto la huelga es general. El 15 de agosto las
ametralladoras disparan y matan una concentración obrera en Cuatro Caminos,
barrio popular de Madrid. En Cataluña y en la región minera del norte se libran
verdaderas batallas, aunque el Gobierno domina la situación y detiene a los
jefes socialistas. (Saborit, Anguiano, Besteiro, Largo Caballero), mientras que
otros políticos logran huir (Lerrouxx, Macià). Maura y el general Primo de
Rivera se manifiestan contra la debilidad del Gobierno.
Tienen lugar diversos
ministerios, que nada arreglan, fracasando el de maura, Romanones y Cambó, que
tantos parabienes y esperanzas recibiría. Maura se orienta hacia la
intransigencia anticatalana y Cambó vuelve a la oposición con un discurso
explosivo: “¿Monarquía?, ¿República? ¡Cataluña! Por lo que la cuestión regional
vuelve a plantearse crudamente.
Confusión social, carestía de
la vida, crisis de la industria (1919), “trienio bolchevique” en Andalucía
(1918-1921), escisión del partido socialista (19219 y congreso de la CNT que
muestra su enorme fortaleza, destcándose sus jefes: Salvador Seguí (“el Noi del
Sucre”) y Angel Pestaña, quienes discuten con el Gobierno y logarn la jornada
de ocho horas.
Pero una patronal combativa
lanza el cierre o “lock-out”. Entonces entra en juego el terrorismo que asola
Cataluña, Zaragoza y Bilbao, dutante los primeros meses de 1921.. En junio, sin
embargo, la represión la encarnará el general Martínez Anido y el policía
Arlegui, que oponen pistolero a pistolero y sindicato único a sindicato libre.
De los mucjos asesinatos de esta espiral de confrontación obreros y
empresarios, movilizada también la policía cívica del Somaten, son asesinados
el abogado Frances Layret y salvador Seguí.
Si en la península el clima
social y cainita es desesperante, vendrá
agravarlo, un 20 de julio de 1921, la muerte del general Silvestre con
todo su Estado Mayor, más catorce mil bajas entre muertos y prisioneros, la
derrota en Annual (Marruecos) frente a las cabilas sublevadas del Rif, y en la
desordenada retirada perecen la mayoría de manera brutal.
Animado por empresarios,
funcionarios, industriales y elites intelectuales catalanas y guarniciones, el
General Primo de Rivera, desde la capitanía de Barcelona, proclama un
directorio aceptado por el rey y suprime las desacreditadas Cortes.
Segunda fase. (1923-1930). La
dictadura
Aun cuando el directorio
militar pronto se convierte en civil, a fines de 1925, designa una Asamblea consultiva (1927) y
proyecta una Constitución (1929), sólo será capaz de resolver la cuestión
marroquí, desembarcando en Alhucemas (8 septiembre de 1925) y derrotando al
jefe de los sublevados, Abd-el-krim, con la presencia también del general
Sanjurjo, que tan presente estará durante la República. Mantendrá la alianza
con Francia, desde 1925 y, con la
dirección económica por parte del conde de Guadalhorce y Calvo Sotelo, se
llevarán a cabo grandes inversiones en pantanos, principalmente en la cuenca
del Ebro y cuencas subpirenaicas, extensión del canal Aragón-Cataluña, además
de ceder el monopolio de Telefónica a los norteamericanos, a la vez que las inversiones
en ferrocarriles las llevaban a cabo firmas extranjeras.
En lo relativo al programa
social, a la moda italiana, se establecieron los Comités Paritarios
obligatorios, en los que participaron Indalecio Prieto y Largo caballero
(PSOE), mientras se reglamentaba el trabajo nocturno de las mujeres.
En lo referido al problema
regional, Primo de Rivera suprimió la
Mancomunitat de 1913 y su obra, perdió la alianza con las clases
dirigentes catalanas y vascas, tratando de imponer su partido La Unión Patriótica
y somatenes, además de desterrar cualquier opositor, como fueron Unamuno y
Macià, también se indispuso con el arma de artillería.
Primo de Rivera, nacido en
Jerez, terminó exiliándose en París, 30 de enero de 1930, ante el frío respaldo
para seguir de los jefes militares y del rey Alfonso XIII, donde fallecería,
dejando en España a su hijo, José Antonio Primo de Rivera, que lideraría la
Falange.
Tercera fase (1930-1931). La
caída de la Monarquía.
El viejo general Berenguer
será elegido por Alfonso XIII para tratar de reconducir la situación política,
recuperando los viejos dirigentes: García Prieto, Romanones, Sánchez Guerra,
Melquíades Álvarez o Cambó, aunque ya en San Sebastián, el 17 de agosto de
1930, los antimonárquicos están decididos a implantar la República, caso de
Miguel Maura y Alcalá Zamora, por los conservadores y moderados; Lerroux y
Martínez Barrio, por los radicales; Azaña, Casares Quiroga, Álvaro de Albornoz
y Marcelino Domingo, como jefes de los partidos más jóvenes; Carrasco
Formiguera, por los catalanistas republicanos e Indalecio Prieto y Fernando de
los Ríos, por los socialistas. También regresan Unamuno y Macià, que serán
todos sorprendidos por el resultado de las elecciones municipales del 12 de
abril, cuando la izquierda más avanzada triunfa en los grandes centros urbanos.
Tras ello, Romanones se reunirá en casa del doctor Marañón con Alcalá Zamora
para que Alfonso XIII, antes del amanecer se exilie, dispuesto él a que no haya
ningún derramamiento de sangre.
El bienio reformador.
1931-1933
El primer objetivo de los
constituyentes: intelectuales, juristas y viejos políticos, fue publicar una
Constitución, que sería creada sobre el modelo de la Weimar y cuyo título
primero recogería que España es una
República de trabajadores, no sin bastantes sonrisas y desacuerdos. Alcalá
Zamora sería su primer presidente, que dimitiría cuando se debatía el artículo
sobre la laicidad del Estado, el número 26, y por el que en su primer discurso en
las Cortes, Azaña declaró qué había
dejado de ser católica. También se introdujo la autorización para la
solicitud de Estatuto de autonomía por parte de las regiones.
A pesar del nuevo esfuerzo de
transformación social, el 11 de mayo de 1931 los incendios de conventos
hicieron acto de aparición, por parte de pequeños grupos, sin que por ello ni
Gobierno ni la multitud pusiera mucho empeño en apagarlos, más bien
indiferencia.
Se logró otorgar el Estatuto
de autonomía a Cataluña, a pesar de enorme oposición inicial, del mismo
Indalecio Prieto (PSOE), Ortega y Gasset y Unamuno, entre otros, que recogería
Macià, se llevaba a cabo la Reforma agraria y un esfuerzo enorme en la creación
de cientos de nuevos colegios, a la vez que en materia religiosa los Jesuitas
era expulsados.
Hubo, por parte del general
Sanjurjo, un intento de sublevación militar pronto sofocado delante del
ministerio de la Guerra en Cibeles y frente al Banco de España en Madrid,
mientras Azaña presidía el Gobierno y a la vez era el Ministro de la Guerra,
que reforzó la conjunción gubernamental de Izquierda Republicana, Psoe y
Esquerra, con la oposición de conservadores y radicales, éstos últimos de
Lerroux y Martínez Barrio, todavía juntos, hasta que distintos conflictos con
la guardia civil en Castilblanco, Arnedo y finalmente en casas Viejas, hoy
Medina Sidonia, esta vez con la Guardia de Asalto, de reciente creación, y en
ese lugar comandada por el siniestro Capitán Rojas, que seguiría con sus
estragos en Granada con el alzamiento militar, terminarían por derribar al
Gobierno.
Nace la Falange, de corte
fascista y siendo su líder mas destacado José Antonio Primo de Rivera, mientras
el clero y la derecha se moviliza en una organización política más fuerte:
Confederación Española de Derechas Autónomas o CEDA, que encabeza Gil Robles.
El bienio negro. 1934-1936
Tres problemas se recrudecen,
sin que los diferentes presidentes propuestos por Alcalá Zamora para gobernar
sean capaces de hacer frente: político, social y la cuestión catalana.
En política, la derecha no se
ha adherido a la República, por lo que Lerroux gobernará sin ella, que no
obstante terminará sentándose en la cabecera del banco azul, con Gil Robles o
la CEDA al frente, por lo que Martínez Barrio abandona a Lerroux, crea un nuevo
partido político y la agitación social comienza a partir de nuevas elecciones,
promovida por la CNT, mientras que en la UGT la división entre Largo caballero
y Besteiro termina inclinándose por el primero.
Muerto Macià a fines de 1933 y
con la confirmación de mayoría de izquierdas en los comicios municipales
catalanes, se inicia en la región un conflicto agrario, que desembocará en la revolución de Octubre en Cataluña y
Asturias.
En Cataluña los políticos
catalanistas se alzan en contra de la institución republicana, terminando
apresados tras atrincherarse en la Generalitat y huir por las alcantarillas.
Mientras que en Asturias los mineros cuentan con armamento y tendrán que ser
reducidos, despiadadamente, por las tropas marroquíes del general López Ochoa.
En este período el
desbarajuste general y los incidentes de Asturias y Cataluña, además del
encarcelamiento de políticos de izquierdas, Azaña se encontraba apresado en un
vapor anclado en el puerto de Barcelona; Companys, Dencás y otros, en la
cárcel, mientras Prieto se recluía en Ostende (Bélgica), por lo que el péndulo
del cambio hacia la izquierda se anunciaba seguro, sobre todo tras los varios
pasos que parecían conducir a este cambio, a saber.
a.- Deflación económica
b.- Reacción social: obreros despedidos,
cierre de empresas, en Cataluña expulsión en el campo de arrendatarios y sus
represalias, reforma agraria suspendida, indemnización a los grandes de España
desposeídos de tierras en 1932, amnistía a los militares del golpe de Estado de
Sanjurjo
c.- Política del presidente de
la República partidista.
d.- Efecto sicológico de la
brutal represión de octubre.
e.- Escándalos en torno a
Lerroux, caso de estraperlo.
f.- Gil Robles, rechazado por
los monárquicos.
Febrero-julio de 1936. De las elecciones
al pronunciamiento
Niceto Alcalá Zamora,
controvertido Presidente de la República y enemistado con Manuel Azaña, el alma
de la misma, visto su fracaso con los distintos gobiernos de derechas, a
regañadientes y sabiendo que solo le quedaba una prerrogativa para encargar
nuevas elecciones, que por tanto según la Constitución le obligarían a
abandonar la alta magistratura de la República,
una vez elegido el Parlamento, entrega a Martínez Barrio el edicto para
nuevas elecciones que pongan fin al divorcio entre las Cortes y la calle, que,
inesperadamente, unidas todas las fuerzas de izquierdas bajo la enseña del
Frente Popular, ganarán inapelablemente la primera vuelta y, en la segunda, que
han de repetirse en Cuenca y Granada por denuncias de pucherazo, arrasar, en un
clima de asesinatos callejeros, por parte de falangistas, y represalias, por
parte de la izquierda, que acabarán con la vida del diputado Calvo Sotelo, el
12 de julio de 1936, tras ser sacado de su casa por oficiales de Asalto y
asesinado dentro del mismo furgón en el que estaba retenido. Sería la
justificación que Franco esperaba para, el 17 de julio, sumarse a los
sublevados que alrededor de Sanjurjo, en un pronunciamiento general de los
cuarteles.
La Guerra Civil (1936-1939)
Del pronunciamiento a la
guerra civil
“Alzamiento nacional” es el
nombre que empleará el régimen franquista, que hacía meses que los oficiales
conspiraban coligados con políticos de la derecha y que habían tenido contactos
con Alemania e Italia, incluso con Inglaterra, con su jefe Sanjurjo exilado y
dibujando el complot.
Manuel Azaña es ahora el nuevo
Presidente de la República y su amigo e integrante también de Izquierda
Republicana,casares Quiroga, el Jefe de
Gobierno, ya que el primer intento de nombrar a Prieto sufrió la negativa del
PSOE, que presentará su dimisión, como también lo hará el siguiente nominado,
Martínez Barrio, quien en conversación telefónica con el general Mola, sabrá
por boca de éste en conversación telefónica “que es tarde” para detener la sublevación.
Giral ocupará el Gobierno y entregará armas a sindicatos y partidos políticos,
que las demandaban, y que ya no contaban con el ejército, que tendría que ser
reformulado.
El día 17 de julio 1936 será
la señal para el ejército de Marruecos, a donde se dirigirá Franco, desde las Canarias, y al día siguiente, 18 de
julio, toma el mando, mientras que
Goded, que estaba en las Baleares, lo hará en Barcelona para dirigir el
golpe en Cataluña, donde fracasará, mientras Queipo de Llano en Sevilla se gana
la guarnición y contribuirá a que haya una cabeza de puente en la península. En
Málaga, triunfa la energía del gobernador civil, cuando en Barcelona la Guardia
Civil permanece al lado del Gobierno y junto al pueblo que detienen a los
insurrectos, a la vez que en Madrid, encerrados en el Cuartel de la Montaña con
el general Fanjul a la cabeza, el 20 de julio de 1936, hacen fracasar la
sublevación, aunque en Toledo, dentro del Alcázar, atrincherado el general
Moscardó, logrará soportar el asedio de las fuerzas populares hasta que las
fuerzas sublevadas logren romper el cerco y rescatarlo.
Desde los días 20-21 de
julio, se perfilaba ya una división
militar y geográfica, favorable al gobierno que seguían dominando las ciudades
más importantes de España y todo el Este, mientras que Marruecos, las islas,
Ceuta, Melilla, buena parte de Aragón, Navarra, Galicia y la meseta de Castilla
la Vieja, con una punta en el sur hasta Cáceres y, por último, la costa
andaluza de Algeciras a Huelva, estaban en manos de los insurgentes, también
Granada que se había sumado a la sublevación el 20 de julio de manera cruenta y
que se terminará convirtiendo en un genocidio local de inocentes, entre ellos
el gran poeta Federico García Lorca.
En el inicio de la sublevación
y cuando se disponía a emprender el vuelo desde Portugal para unirse a la
misma, Sanjurjo se estrella en el avión, por lo que los cabecillas: Goded,
Mola, Franco, Queipo de Llano, Cabanellas, Varela, Goded y Fanjul, estos dos
últimos que perderán la vida en el comienzo.
Madrid era el objetivo
primordial, por lo que todas las rutas de los insurrectos pronto trataron de
converger hacia la capital de España, que inició Yagüe, desviándose hacia
Toledo para liberar el Alcázar de Toledo (27 de septiembre), cercando Madrid el
mismo mes de octubre por tres lados, lo que motivó que el gobierno abandonara
la capital, camino de Valencia, el 6 de noviembre, el 7 llegaban los moros a
los puentes del Manzanares y el 9 de septiembre se daba el asalto general, que
se estabilizaría hasta el fin de la guerra.
Málaga caerá a principios de
febrero de 1937, sucediéndose una forzada evacuación y masacre en la carretera
que llevaría los refugiados, por la costa, a Almería, ésta última ciudad
bombardeada por los nazis el 31 de mayo de 1937, por el acorazado Deutschland,
en represalia a un accidente naval ocurrido en las Baleares.
Bombardeos se sucederán en
masa contra Durango y Guernica, mostrándose la ineficacia del cinturón
fortificado de Bilbao, que cayó el 19 de junio, ante el abandono de las armas
de los gudaris y su deseo de negociar con el Vaticano para una paz sin la
República. Sobre Brunete (cerca de Madrid) los republicanos llevarán a cab o
operaciones de distracción, de 5 al 24 de julio y en Belchite (Aragón) el 3 de septiembre. En agosto, los italianos tomaron Santander.
Asturias caerá en octubre. Al gobierno republicano sólo le queda un tercio del
territorio nacional, aunque en él se concentra la mitad de la población.
A final de 1937 el ejército
popular, siendo el Ministro de la Guerra Indalecio Prieto, toma Teruel, pasando
a la ofensiva, retrasando así la ofensiva franquista para aislar Cataluña y
cortar Madrid del mar. Era entonces presidente de gobierno Juan Negrín del
Psoe. No obstante, cerca del delta del Ebro, Cataluña terminará quedando
separada de Valencia, en el mes de abril de 1938, deteniéndose el avance tras
una nueva e inesperada ofensiva en el río Ebro, por parte del ejército popular
comandado por Líster.
El 26 de enero de 1939 caerá
Barcelona y en febrero se termina la campaña militar, pasando a Francia
cuatrocientos mil refugiados, en una epopeya de las más trágicas y recluidos en
campos de concentración, custodiados por Senegaleses, y durmiendo a la
intemperie los republicanos españoles en las playas de Argèles, Saint Cyprien y
Barcarès. Negrín, después de que Azaña pasara la frontera por La Vajol, en el
Pirineo catalán, un 5 de febrero de 1939, decidido a presentar su dimisión y no
volver más, a pesar de la insistencia de Negrín, regresará a las cercanías de Albacete,
pero en Madrid, el general Casado y el mismo Besteiro en junta, están
negociando la rendición, con la oposición de los comunistas, que costarán
cuatro días de combate y luchas internas, por lo que el 28 de marzo de 1939,
Franco ocupará Madrid. Ya en la madrugada del lunes 6 de marzo de 1939, desde
la última posición de la República, Juan Negrín, la Pasionaria, el poeta
Alberti y otros dirigentes socialistas y comunistas, en avión, abandonarán
España.
Las condiciones de guerra que
se dieron.
Tuvieron que ver con la
situación exterior y contaron los insurrectos con los jóvenes de las clases
acomodadas, que ahora habían dejado atrás los motines, las columnas y las
guerrillas, a la vez que se daba un nuevo modelo más brutal y moderno, habida
cuenta las armas que alemanes, italianos y rusos introdujeron, tomando la
guerra española como un ensayo de lo que esos Estados tenían en mente para el
futuro de su expansión.
Los republicanos disponían de
masas de hombres entusiastas, de la marina y de las regiones industriales, que
en otra época les hubiera favorecido, también contaron con las Brigadas
Internacionales (hombres y mujeres de más de 50 países que quisieron dar su
vida por la libertad y la democracia en España del lado de la República) pero
la “no intervención” , respaldada por británicos y franceses, contribuyó en la
derrota, a pesar de que los comunistas pusieron la disciplina que no tenían los
milicianos y el nuevo ejército popular republicano, creado a marchas forzadas tras la desaparición
del ejército formado al lado de Franco.
Evolución interna de las dos
Españas 81936-1939)
Cada bando centró su actividad
en las necesidades de guerra, aunque en el campo republicano se trató de
conciliar con las tendencias renovadoras y la revolución sindicalista, que
tuvieron como eje de gobierno a hombres como Largo Caballero y Negrín, amén de
Gital, éste último el único que trató de mantener la legalidad, mientras que
los otros dos tenían que unir su voluntad a las disposiciones de los
comunistas, también a las de los dirigentes enviados por Moscú, lo que fue
motivo del exterminio del POUM.
En el bando llamado nacional
de las fuerzas de Franco, desaparecido Sanjurjo y Mola y José Antonio, Franco
tomará las riendas, en octubre de 1936, por medio de una Junta de Defensa y su
Junta Técnica, quitando del escenario a falangistas y requetés, acogiendo a la
Iglesia como parte integrante de las consignas y método, sostenido por el
capitalismo extranjero y también los nazis alemanes y los fascistas italianos,
con quienes su cuñado Ramón Serrano Súñer tenían un gran sentimiento común, que
tuvo que pasar a la sombra en cuantos los aliados se hicieron fuertes y
mostraron al mundo que la victoria estaría de su lado, como así fue en 1945,
por lo que un nuevo cambio en exteriores en la persona de Francisco
Gómez-Jordana, trataría de acercarse directamente a los Estados Unidos y formar
un frente común contra el comunismo de Stalin y la URSS.
Represiones y “terrores”
Terribles y crueles en ambos
bandos. Hubo sacerdotes que bendijeron los peores fusilamientos y multitudes
que persiguieron a los religiosos hasta la tumba. Se ha hablado de un millón de
muertos, de veinte mil religiosos que encontraron la muerte, aunque los
cálculos demográficos inducen a creer que las pérdidas de la población española
debidas a la guerra civil serían de unas quinientas sesenta mil personas,
incluyendo en ellas las víctimas de combates y bombardeos. Se trató de una
crisis nacional y social, tan unánimemente reconocida en 1936, que los dos
campos invocaron la defensa patriótica y
la voluntad revolucionaria.
El problema nacional.
La reacción de los catalanes y
vascos fue psicológicamente “nacional”, en el sentido que el espíritu de grupo
fue capaz de aglutinar a católicos fervientes con vehementes militantes
anticlericales. Sentimientos que reanudaron la tradición federal, mientras el
comunismo, por su parte, allí aceptaba a poyarse en todo patriotismo regional
verdaderamente popular, en la medida que
no obstaculizaba, sino reforzaba, el combate.
Por otra parte, la
intervención italo-alemana se hizo odiosa, en toda la zona republicana, como
atentado simultáneo a la libertad y a la patria. Oradores anarquistas invocaban
1808 y la Reconquista. Desde Giner, los intelectuales sabían mezclar la
tradición española con la voluntad de renovación. Desde Antonio Machado a
Alberti, Altolaguirre, Miguel Hernández, los poetas ofrecieron al pueblo en
guerra romances, sátiras y canciones, con tanta más emoción cuanto que el más
grande de ellos, uno de los poetas más asombrosos de todos los tiempos,
Federico García Lorca, ejecutado en Granada, había sido una de las primeras
víctimas del bando insurrecto. Se exaltó la tierra de España, su arte y su
historia.
En el campo adverso, el
“nacionalismo” tenía un componente central en la unidad, también trataba de ser expansivo.
Con ellos retornará la bandera bicolor y la Marcha Real. Sin embargo, se
oponían a los nacionalismos locales. Como la grandeza de España reside en la
historia, la nación será pues, una unidad
histórica, unidad de destino. Su garantía será el orgullo de casta, que equivalía al mismo sentir de
los nazis como raza aria. El clero, la religión y patria, alimentados por la
erudición del historiador americano Pereyra o de Menéndez Pelayo, junto al
activismo imperial de Falange, sirvieron en esa propaganda.
El problema de la
transformación social.
¿Saldría un cambio social
profundo del conflicto sangriento? Se aceptó la idea de que la reacción contra
la revolución del 18 de julio conduciría a una revolución del cuerpo social.
Los comités obreros
intervinieron las empresas, los ayuntamientos, los sindicatos y los grandes
servicios públicos. Los campesinos ocuparon las tierras y dejaron de pagar los
arrendamientos. La FAI y la CNT en Aragón y Cataluña trataron de introducir
experiencias “libertarias”, reanudando a veces las fórmulas del viejo
“colectivismo agrario”, particularmente en la industria. Mientras en el resto
de la España republicana las medidas importantes fueron las referentes al mundo
agrario, donde el Instituto de reforma Agraria no pudo llevar a cabo su
programa de créditos, intervención técnica, plan de cultivos y mecanización.
Los comunistas subordinaron
cualquier medida a la guerra, por lo que denunciaron colectivizaciones
inútiles, mientras los anarquistas y comunistas disidentes estimaban que la
revolución total era condición de victoria., llamando traición a toda
limitación de sus primeras experiencias anarquistas.
La masa que se alinea tras
Franco, a despecho del vocabulario de la Falange, es la misma que votó en
febrero “contra la revolución”, por instinto de conservación o por
tradicionalismo. También Franco empleará fórmulas más moderadas: “justicia
social”, “enseñanzas de la Iglesia”, “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin
pan” y promulgará el “Fuero del Trabajo”. Sus promesas sociales son modestas
(vacaciones, seguros, salario mínimo familiar), además de establecer el
“sindicato vertical”. La reacción contra la obra el Frente Popular: salarios,
tierras devueltas a los propietarios (los campesinos instalados de antiguo y no
sospechosos pueden quedar como arrendatarios), indemnizaciones a las personas
afectadas en sus bienes por hechos políticos. A todo ello se añadirá la obra
económica de la guerra: distribución fiscalizada de las materias industriales,
Servicios Nacional del Trigo que impone las superficies a sembrar y adquiere
toda la cosecha, reconstrucciones, ayuda a las víctimas de la guerra y Auxilio
Social., que intenta detener la miseria más ostensible mediante una espectacular
campaña de caridad.
En resumen, la guerra lejos de
desatar la “revolución” anunciada por el vocabulario de los falangistas, no
supuso ningún cambio profundo, por el contrario, las castas dirigentes: clero,
ejército, juventud rica asociada al Partido, a los cuadros militares y al
Auxilio Social, se impusieron de forma decisiva.
EL RÉGIMEN DEL GENERAL FRANCO
(1939-1975)
1939-1942
Hasta mayo de 1940, Franco,
inquieto, trata de estar cercano a los “occidentales2 y en cuanto el ejército
alemán aparece victorioso, pasa a la “no beligerancia”, ocupa Tánger, se apoya
en el germanófilo y cuñado Serrano Súñer y se entrevista con Hitler y
Mussolini. Una entrevista hispano-portuguesa asegura recíprocamente a ingleses
y alemanes la neutralidad ibérica. En el interior los tiempos son muy duros:
miseria, aislamiento y cartillas de racionamiento. La Falange da el tono en
economía y la legislación tiene tintes dictatoriales y clericales.
1942-1944
Desembarco aliado en África,
la diplomacia franquista cambia de estilo y es el general Jordana quien se pone
del lado de los anglosajones, obteniendo España pedidos y suministros para su
industria. Se suaviza el vocabulario totaliatrio.
1944-1948
Segura ya la victoria de los
aliados, Lequerica y luego Martín Artajo, se hacen cargo de la política
exterior anticomunista y ofreciendo una adhesión sin cortapisas a las
iniciativas norteamericanas, a pesar de que el estado de opinión internacional
obliga a la ONU a formular una condena del régimen de Franco, y a Francia a
cerrar la frontera durante cierto tiempo. Mientras tanto, el gobierno intenta
obtener una reacción del sentimiento nacional, a pesar de las graves
dificultades económicas y el juego pendular del jefe de Estado se sucede entre
falangistas y católicos, y las negociaciones con don Juan muestran que el
régimen no se siente seguro.
1948-1955
La “ guerra fría” da un
respiro internacional a la causa de Franco. Los estados Unidos aprovechan para
servirse de España, aunque hay que esperar a 1953 para la firma de un tratado
de “ayuda militar”, que tendrá también la firma del Concordato con el Vaticano.
1956-1962
Recuperación económica y
comienzo de la industrialización, acompañados de una fuerte inflación, intensa
agitación social en 1956 y vigorosa oposición universitaria, entrada de España
en la ONU y en algunos organismos europeos, frenándose la fuga de divisas con
el plan de estabilización 1959-1960, y la corriente migratoria a Europa. De
nuevo en 1962 reaparecen manifestaciones y huelgas en Asturias.
1963-1973
Época de rápido cfecimiento,
orientado por los “planes”. Celebración del régimen con el lema de “25 años de
paz”. La “ley orgánica” de 1966 mantiene a Franco como Jefe del Estado y a las
Cortes, como corporativas. La supresión legal de la censura aún se sigue
aplicando con la prensa.
En 1970 el príncipe Juan Carlos, quien desde temprana
edad se formaba en España, mientras sus padres residían en el exilio de Estoril
(Portugal) es designado como sucesor del Caudillo, forma de restauración
desaprobada por don Juan y los carlistas.
ETA atentando contra el
posible sustituto de Franco, el almirante Carrero Blanco, el 2p de diciembre de
1973, tras otros asesinatos de menos
nombradía, salta a la palestra y, detenidos algunos de esos asesinos vascos,
tiene lugar el “proceso de Burgos”, que condena a muerte seis jóvenes de ese movimiento separatista y
del terror, lo que origina una ola de protestas en el resto del mundo, mientras
Franco conmuta las penas.
En el poder, el gobierno está
en manos de los tecnócratas del Opus Dei, que han desplazado a los falangistas.
1974-1975
El ambiente económico es menos
favorable. La “revolución de los claveles” en Portugal, aviva temores y
esperanzas, mientras la decrepitud de Franco plantea en julio 1974 el problema
de la sucesión. El gobierno de Arias Navarro anuncia reformas liberales
(autorizando las asociaciones políticas) que resultan irrisorias. El joven
anarquista Salvador Puig Antich es condenado a muerte, también cómplices de ETA
y del FRAP, todos ellos autores de asesinatos de inocentes.
Madrid autoriza algunas
manifestaciones de regionalismo cultural, animados por intelectuales y el
clero, mientras los libros en catalán tienen muy buena acogida y difusión y en
el sector obrero en Barcelona, Sabadell y Tarrasa se destapan nuevas
reivindicaciones sociales y nacionalistas.
En 1962 arrancó la
modernización agrícola, aunque sin que exista un gran despegue, donde sigue
habiendo tierras sin hombres, hombres sin tierras y tierras donde la gente se
amontona.
La industrialización también
fue tardía y rápida, que iniciara el Instituto Nacional de Industria (INI) y la
autarquía de 1954 a 1962, dejó paso a la intervención del capital extranjero y
el dirigismo cedió ante el liberalismo.
Las ciudades han cambiado de
aspecto: Zaragoza, Burgos, Valladolid y Pamplona, que ven crecer sus arrabales,
mientras Madrid, Barcelona y Bilbao contienen aglomeraciones industriales
gigantes y muy contaminadas.
A pesar de esa renovación
industrial, los problemas sociales siguen siendo extremadamente agudos,
continúa el éxodo de mano de obra cualificada, el papel del turismo parece
resultar atractivo y la inversión hotelera una oportunidad, crecen las
importaciones y también la inflación.
El despegue económico revelará
entonces las disparidades sectoriales. En la industria los sectores retrasados
se ven amenazados por el paro (minas asturianas) o por las crisis de
exportación donde se ha podido exportar gracias a salarios bajos (confección y
calzado). Por todo ello, los conflictos laborales son numerosos, y los
sindicatos verticales para nada sirven, donde se van infiltrando “las
comisiones obreras”, que reciben asilo por parte del clero en sus reuniones
clandestinas.
Las represiones son brutales y
a veces sangrientas: Granada, Ferrol, Madrid y Barcelona.
La poesía y el cine de esa
época, a pesar de la censura, están comprometidos y son críticos,
principalmente Celaya, Blas de Otero, Buñuel, Bardem, Berlanga y Ferreri,
cuando la combatividad obrera es persistente y en las grandes universidades se
vive en permanente tensión allá por los años 70, momento en el que surgen
defecciones tales como Calvo Serer y quien fuera ministro de Franco, Fraga
Iribarne.
La tensión política y la
presión en la calle y en las aulas se agudiza tras el atentado sobre carrero
Blanco, en 1975, y la muerte de Puig Antich a garrote vil, además de las 11
condenas a muerte, de las que solo se ejecutan 5, mientras ETA y el FRAP
(marxista-leninista) atacan más
duramente al Régimen, en la persona de inocentes civiles y militares.
El clero, contrariamente a
1936, ahora ha cambiado de actitud y se compromete en acciones políticas
ilegales contra el mismo régimen que los protegió y adoptó sus consignas y
catecismo para la gobernanza del país.
El ejército y las fuerzas de
orden son solidarios del sistema y cooperan en la represión, ya que se forjaron
con motivo de la guerra civil y gozan del favor continuo de Franco.
Cierto es que los medios
financieros, en auge y beneficiados de la protección que le otorga el Régimen,
quisiera liberarse de esa tutela y ser más liberal, a la vez que las empresas
que inician su andadura exportadora. Sin embargo, el asunto “Matesa” (una
empresa catalana de maquinaria para el hilado de tejidos ha llevado a cabo
exportaciones ficticias que gozaban de subvenciones millonarias) será un golpe
contra los tecnócratas, aunque pronto se tapará este desgraciado asunto para
proseguir la suave apertura económica.
La Iglesia, mientras tanto, ya
está muy lejos de los beneficios que le proporcionó la “Cruzada”, de
privilegios fiscales, obligatoriedad del matrimonio religioso y del catecismo,
influencia predominante del clero en la enseñanza, en la universidad y en el
Consejo de Investigaciones Científicas, por lo que existe una división en el
mismo seno de la grey católica. La primera formada por la acción del Opus Dei,
orden religiosa moderna decidida a encuadrar a la sociedad laica y ya
participando en el Gobierno. La segunda fractura la conforman jóvenes religiosos,
curas de barrio e incluso en los pueblos, opuestos al capitalismo tradicional.
Entre estas dos corrientes citadas, la masa duda y la jerarquía maniobra,
tratando de pastorear a 35 millones de almas en 1975.
Su autor concluye, apoyándose
en el legado de hombres como Falla, Picasso y Lorca (pobre selección de los
innumerables que podría haber escogido y muestra de su sesgo ligeramente
tendencioso), cree que la originalidad
íntima de la colectividad española no tiene nada que temer del porvenir.
EPÍLOGO (ENERO DE 1978)
Franco muere el 20 de
noviembre de 1975, después de una agonía prolongada artificialmente y exhibida públicamente
por su propio yerno.
En la misma misa de la
coronación de Juan Carlos I, monseñor Tarancón, arzobispo de Madrid tuvo interés
en subrayar que la Iglesia española renunciaba en adelante a sus tradiciones
conservadoras, cuando tres ministros diplomáticos: Fraga Iribarne, Garrigues y
Areilza, Conde de Motrico, recibían el encargo que España discurriera por los
cauces de Portugal y Grecia, bajo la supervisión de los Estados Unidos.
Pronto, Juan Carlos I rompería
la línea que Arias Navarro y los viejos seguidores de Franco pretendían,
nombrando inesperadamente como Presidente de Gobierno a Adolfo Suárez, 3 de
julio de 1976, joven político poco conocido. Quien de inmediato anunció una
reforma política real, una amnistía y unas elecciones, abriendo la puerta del
regreso del partido comunista, cuya dirección seguían ostentando viejos líderes
del tiempo de la República, caso de la Pasionaria (Dolores Ibárruri) y Santiago
Carrillo.
No obstante hubo incidentes
sangrientos, como fue la matanza de Atocha, en cuyos despachos cinco abogados
madrileños perecieron y la fracción militar de ETA seguía con su tiro en la nuca o la
bomba lapa.
En Cataluña, siempre
conflictiva social y políticamente, el esrutinio de las elecciones arrojó un
20% para el PSUC (comunistas) y un 30% para los socialistas, decantándose todos
los partidos políticos sin excepción, por la autonomía.
De este modo, se restablecía
simbólicamente la Generalitad y la encabezaba Josep Tarradellas.
En economía, a pesar de una
fuerte inflación, el llamado “Pacto de la Moncloa”, ha comprometido a todos los
partidos políticos parlamentarios, incluidos los comunistas, a repartir
equitativamente los sacrificios que sean necesarios entre todas las clases
sociales.
Punto final a una brillante
obra, nada desdeñable para conocer mejor la historia de España, a pesar de que
su autor sea un lúcido comunista. Libro que tuvo una enorme difusión, a pesar
de las primeras prohibiciones, y su autor como el traductor, siguieron dando su
opinión sobre la Historia de España, en años sucesivos.
