domingo, 28 de diciembre de 2025

 


                     HISTORIA DE ESPAÑA, DE PIERRE VILLAR

Libro que fue prohibido en España en su primera aparición, allá por el año 1958 y que en 1979 vuelve a presentar. Fue todo un best seller del historiador hispanista francés Pierre Vilar (1906-2003), que hablaba Francés, Español y Catalán, probablemente una de las mayores autoridades en el estudio de la historia de España, tanto del Antiguo Régimen como en la Edad Contemporánea, además de un excelente conocedor de la historiografía catalana, también simpatizante del marxismo, por lo que posiblemente sus traducciones al español merecieron el concurso del historiador comunista Manuel Tuñón de Lara (1915-1997), en la primera publicación en España del año 1963, que obra en mi poder, como en la que el Grupo Editorial Grijalbo publicó en 1979, que también poseo y que añaden las observaciones sobre esos últimos años por su autor.  Ambos libros adquiridos en mercadillos callejeros y éste último libro con la firma de uno de sus antiguos poseedores, Manuel Fornieles Fernández, quien en su día debió de poseerlo, muestra hoy para mí de nuestra mutua coincidencia de gusto e intereses y, posiblemente, de una librería que se deshace por la desaparición del propietario y el desinterés de sus sucesores, o vete tú a saber por qué desprenderse de un libro tan útil para conocer mejor nuestro pasado y la historia de España.

Cinco son los capítulos que recogen nuestra historia: (Tomados de la publicación de 1978)

1º.-  El medio natural y los orígenes del hombre.

        El medio natural

        El origen de los hombres y de las civilizaciones

2º.-  Los grandes rasgos de la historia clásica: La Edad Media.

        La España musulmana

        La España de la Reconquista

        El final de la Edad Media: factores de la divergencia y factores de unidad

3º.-   Los grandes rasgos de la historia clásica: los tiempos modernos

         La construcción política

         Apogeo espiritual. El Siglo de Oro

         La decadencia del gran Imperio

4º.-    Los grandes rasgos del período contemporáneo

         El siglo XVIII y el despotismo ilustrado

         La guerra de la Independencia

         Los balbuceos del siglo XIX

         Los problemas fundamentales

5º.-    Las crisis contemporáneas

         La crisis de la Monarquía (1917-1931)

         La República (1931-1936)

         La guerra civil (1936-1939)

         El régimen del general Franco (1939-1975)

Epílogo (enero de 1978)

 

En el primer capítulo, el historiador hispanófilo Monsieur Vilar nos hace ver que algunas constantes naturales han hecho de la península ibérica un ser histórico aparte, una especie de continente menor, que mientras se abre ampliamente, gracias a una acogedora periferia, a las influencias externas de todo género, su orografía interior  abrupta, pobre, por su riguroso clima y accidentes, con una barrera ininterrumpida de los Pirineos y cumbres vigorosas que dominan Granada y Almería, certifican esa “virginidad” según Ganivet o Frank y la “esencia de España” según Unamuno. Cierto es que el hombre de las mesetas representará un gran papel en el relato que desfilará por estas páginas, sin duda el principal. Dirá que  “De la naturaleza de su país ha sacado su pasión por la independencia, su valor guerrero, su gusto por la dominación política y su desprecio por la ganancia mercantil, su aspiración a hacer o mantener la unidad del grupo humano de la Península. Que, sin embargo, encierra, pues, una lucha incesante entre la voluntad de unificación, manifestada generalmente a partir del centro, y una tendencia no menos espontánea, de origen geográfico, a la dispersión”.

 

“Serán los españoles más accesibles a al contacto con el extranjero, catalanes y vascos, los dispuestos a desertar de la comunidad nacional, a pesar de que la Península es una encrucijada, un punto de encuentro, entre África y Europa, entre el Océano y el Mediterráneo”.

 

Por esa misma encrucijada y finis terra de la Península en la antigüedad, no se puede hablar de raza española, como tampoco de raza francesa, desde el punto de vista antropológico, aunque la aparición del hombre fue muy precoz, como atestiguan los yacimientos paleolíticos a lo largo de todo el territorio, con un período magdaleniense en su máximo apogeo en Altamira, la llamada Capilla Sixtina del arte prehistórico.

 

Iberos, quizás de origen bereber, los celtas, predominantes por Galicia, hasta la fusión celtíbera, con la continua visita por el Levante de navegantes del oriente mediterráneo, hasta la presencia de Cartagineses y la llegada de Roma, que hizo de Andalucía su granero y de la explotación minera un recurso abundante para sus conquistas, mientras en la Bética nacían algunos de  sus más preclaros hijos que irían a Roma: Quintiliano, Marcial, Lucano, Séneca y los grandes emperadores Trajano y Adriano, que hicieron patente ya la relevancia de la península ibérica, donde se asentaría también el cristianismo y la Iglesia.

 

Con la decadencia romana, los invasores fueron ahora los alanos, suevos y vándalos, tras los cuales se impusieron pronto los godos, todos ellos originarios de tierras más allá de los ríos Rin y Elba.

 

De una rama goda, los visigodos que vinieron de Galia, ya romanizados en gran parte,  años más tarde el rey Recaredo, que abandona el arrianismo y se consagra al catolicismo,  elige Toledo por capital (587),y  llevará a cabo la unidad ibérica, independiente de todo imperio exterior. Contaron con Isidoro de Sevilla, quien en su obra enciclopédica intentó salvar la herencia espiritual de la antigüedad.

 

La sociedad española no tardó en desgarrarse política y socialmente. Los esclavos y los colonos vivían en la miseria. Las disensiones religiosas y raciales renacían sigilosamente. Los judíos eran perseguidos; los nobles intrigaban. Y obrando como agentes de un partido, los africanos musulmanes pasan el estrecho y cambian bruscamente la suerte de España, era el año 711, cuando aparece el Islam con Tarik a la cabeza.

 

Queda pues asumir que la Prehistoria española fue muy destacada, como excepcional y brillante la romanización, a la vez que fecunda y duradera la formación del espíritu cristiano

 

Capítulo II.

En siete años la península fue dominada por los hijos del Islam venidos de Extremo Oriente y las hordas norteafricanas, afirmando su autoridad Abderramán I (756-788), desterrado Omeya, que se desvinculó de su pasado con Oriente.  Su sucesor Abderramán III se proclamó califa y Córdoba la capital de Occidente. Entre tanto, en el siglo X, los cristianos vuelven a ocupar una parte de la España del norte, sobre los cuales Almanzor, el “Victorioso”, lanzó nuevas expediciones destructoras, llegando algunas hasta el santuario del apóstol en Santiago. Sin que por ello los cristianos no cesaran en su paulatino y progresivo avance territorial desde Covadonga y se iniciaran los reinos de taifas, veintitrés repúblicas oligárquicas musulmanas, ayudadas por bereberes venidos de África: los almorávides (Zalaca, 1086) y luego los Almohades (1172), éstos últimos derrotados en las Navas de Tolosa (1212), gracias a la unión de los reinos cristianos peninsulares y mdercenarios brítanos y galos, por lo que la Reconquista se hizo más fuerte y solo pervivió el islam en el pequeño reino de Granada, donde perduró hasta el siglo XV, en las faldas de Sierra Nevada.

 

Aun cuando la influencia islámica fue enorme, no crearon los sistemas de regadío y la prosperidad agrícola, sino que completaron, mejoraron y embellecieron la obra de los romanos, introduciendo frutos nuevos y prácticas hortícolas hasta entonces desconocidas, que importaron de África y de Persia.

 

La España mora fue en realidad un crisol en el que se fundieron las aportaciones de las más diversas culturas: la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, creaciones armoniosas, pero heterogéneas. Desde este crisol fueron filtrándose los productos hacia la Europa cristiana, hacia la filosofía escolástica, hacia el arte románico,  hacia la escuela de medicina de Montpellier, hacia la poesía lírica de los trovadores y la poesía mística de Dante.

 

La pirámide social entre los musulmanes se componía de los jefes árabes, los soldados, los bereberes, los renegados cristianos, luego los indígenas que siguieron siendo cristianos, llamados mozárabes.  Entre los cristianos, el orden era: clero y nobles, cristianos viejos, mozárabes recuperados, “cristianos nuevos” convertidos y, por último, los mudéjares, que guardaban su fe, sus costumbres y sus jueces. Añadamos los judíos, largo tiempo respetados por ambos y los esclavos.

 

En suma, la Edad Media conoció un Islam español lleno de vida y de originalidad, cuya riqueza, pensamiento y complejidad, al igual que la Reconquista cristiana, prepararon las grandes realizaciones de la España futura.

 

El desarrollo de la Reconquista dio comienzo en la primera mitad del siglo VIII, tras la victoria de Covadonga (722), donde se forma un estado cristiano en las montañas de Asturias, Cantabria y Galicia, mientras por el Este, entre los años 785 y 811, los francos rebasan los Pirineos y fundan la “marca” franca, cuyos jefes fueron los condes de Barcelona, Roncesvalles es la prueba, mientras núcleos de vascos y navarros luchaban independientemente.

 

Allá por el año 840 el reino de Asturias reanudaba sus progresos y alcanzaba el Duero, fijando su capital en León. Sin embargo, un conde disidente fundaba pronto el reino de Castilla, con Burgos como capital (932-970), otro reino de Navarra surgía en los Pirineos y llegaba hasta Tudela, frenando estos avances Almanzor en el año 1000.

 

Con la caída del califato de Córdoba, Castilla alcanza sus primeros triunfos y toma Toledo (1080), aunque llegan los almorávides y solo el Cid les resiste,

Adueñándose de Valencia (1095), aunque se perderá a su muerte.

 

En el siglo XII, un pequeño reino pirenaico, Aragón, bajo Alfonso el batallador se instala en Zaragoza en 1118, además de las plazas moras del sur del Ebro, Calatayud y Daroca, después se unirá por matrimonio al condado de Barcelona, que a su vez llegaba hasta Tortosa en el delta del Ebro y funda Teruel (1170).

 

La amenaza almohade será vencida en las Navas de Tolosa (1212) gracias a la vigorosa unión de los reinos cristianos. Desde entonces, Portugal al oeste seguirá avanzando; en Castilla, San Fernando ocupa Córdoba (1236), Sevilla (1248). Aragón, por su parte, con Jaime I, llamado el Conquistador, se apodera de las Baleares (1229 y 1235), Valencia (1238) y en 1270 llegan hasta Játiva, Alcira y Murcia. En ese año, a los musulmanes solo les queda el reino de Granada.

 

En ese año de 1270 la Reconquista se paraliza, Portugal vuelve los ojos hacia el Océano y Aragón hacia el Mediterráneo, mientras que el reino de Castilla se desgarra en luchas dinásticas.

 

La Reconquista fue una empresa de colonización  permanente, a la vez que una guerra santa. La sociedad medieval española se fundó sobre una necesidad de expansión, y sobre ese impulso de fe.

 

España y sobre todo Castilla, fue de 711 a 1492 una sociedad en combate permanente, donde el clero y los nobles formaron un grupo y del otro una masa numerosa y pobre, pero penetrada de su importancia y autoridad.

 

Aun cuando la nobleza y el clero ostentaran la función dominante, no existió por ello aplastamiento social o anulación política de las otras clases de la sociedad, de ahí las behetrías (protección de un hombre o de un grupo por un señor de su elección) y las cartas pueblas (cartas concedidas para la repoblación). Más tarde, cuando la Reconquista se extendió, los diversos grupos reconquistados: mozárabes, judíos, mudéjares, recibieron a su vez su estatuto, sus fueros. Y mientras Castilla se debilitaba económicamente, la periferia: Portugal, Cataluña, Valencia, Baleares, ve el nacimiento de núcleos burgueses.

 

Las Cortes entonces,  en todos los reinos, representaron ante la realeza y sus consejeros (nobles y clero) al elemento popular de la nación, dando lugar a la mayor armonía. En Castilla reina san Fernando (1230 a 1252), rey de las tres religiones. En Aragón Jaime el Conquistador: batallador, poeta, brutal y galante, rodeado de santos: Raimundo de Peñafort, Pedro Nolasco y el extraordinario Ramón LLull. El islam retrocede y se levantan catedrales y nuevos burgos.

 

La existencia de las taifas posiblemente favoreció la fragmentación posterior de España: Asturias, León, Castilla, Galicia, Portugal, Navarra, Sobrarbe, Aragón, Ribagorza, mientras los condados catalanes se agregaban o disgregabas según los enlaces matrimoniales.

 

En todos esos reinos existió por encima de todo la unidad de fe, el espíritu de cruzada y el sentido de la comunidad cristiana contra el moro, sin que nos olvidemos de los accidentes locales ni las alianzas circunstanciales, que ya nos anuncian la dualidad española: particularismo y universalismo.

 

Superados en Castilla los disturbios por las crisis dinásticas: reinado de Alfonso X (1275-1295), minoría de edad de Fernando IV y Alfonso XI (1312-1325), trágico duelo entre Pedro el Cruel y su hermano bastardo Enrique de Trastamara (1350-1360), pretensiones de la casa Lancaster al trono castellano. Solo Castilla proseguirá la lucha contra los moros. Portugal, desgajada de los destinos peninsulares, en 1383 una revolución llevó al trono a la casa de Aviz y tras su victoria contra los castellanos en Aljubarrota (1385), se lanza a las grandes navegaciones. La Corona de Aragón, por el poderío de sus puertos levantinos, se lanza a la conquista de Túnez (1280), intervienen en Sicilia, obtienen derechos sobre Cerdeña y Córcega, luchan al lado de Venecia contra Pisa y Génova, establecen factorías en otras costas, heredan la Morea y el ducado de Atenas, herencia de los almogávares, arrebatada a Bizancio, también Nápoles y otros lugares de Italia serán el origen de los intereses futuros españoles, estamos en el siglo XIV.

 

En el siglo XV se llevará a cabo la unificación española, cuando Cataluña está en decadencia: demográfica, hambre, peste, finanzas, temblores de tierra, disturbios urbanos, conflictos entre el campo y la ciudad, desaparición de ricas comunidades de judíos, piratería. Los reyes en esa época de Aragón fueron Pedro el Ceremonioso (1334-1387), Juan I (1387-1396), Martín el Humano. Compromiso de Caspe (1412) por el que un príncipe castellano, Fernando de Antequera, empuña el cetro de Aragón. Alfonso V abandona España por Nápoles. Duros enfrentamientos  en la lucha por el poder municipal entre el partido de los rentistas y de la aristocracia mercantil de los importadores, enrolados en la Biga, contra los partidarios de los exportadores, la producción, artesanos, menestrales, de la devaluación monetaria y del proteccionismo aduanero y de los campesinos, en la Busca.

 

La ruptura entre las clases dirigentes de Cataluña y la monarquía se consuma durante diez años de guerra civil (1462-1472), siendo rey Juan II, padre de Fernando el Católico, que será clave en el matrimonio de la unidad española. En 1484, cuando la Inquisición se instala en Barcelona y expulsa a los judíos conversos, la ciudad tendrá menos de 20.000 habitantes.

 

Mientras tanto, Castilla en el siglo XV se prepara para su futuro papel predominante, a pesar del rey Juan II de Castilla (1406-1454), refinado y débil; su hijo Enrique IV (1454-1474), un anormal y de peregrinas costumbres, a pesar de que desde los años 1400-1410 las expediciones hacia Granada y África no han cejado.

 

En economía Castilla cuenta con la Mesta, corporación de ganaderos trashumantes y la enorme asistencia a las ferias de Medina del Campo, Villalón, Valladolid, Medina de Ríoseco y los consulados de Burgos (1494) y Bilbao (1511) aseguran la exportación de las lanas merinas, que otros mercaderes españoles comercializan en Brujas, Nantes, Londres y la Rochela. Castilla explota sus dos fachadas marítimas: la cantábrica y la andaluza, razón también de la fundación en Cádiz, entre 1460 y 1470, del colegio de pilotos vascos.

 

Isabel II, hermana de Enrique IV, aspira a la sucesión, preferida a Juana, hija del rey, considerada ilegítima. Además, representa el orden monárquico contra las turbulencias nobiliarias, la moralidad contra las costumbres degeneradas, la raza conquistadora contra los moros y judíos.

 

A la muerte de Enrique IV, Isabel lleva ya cinco años casada con Fernando de Aragón y representan ambos la unidad española, de una España moderna que unirá las tradiciones de Reconquista de Castilla a las ambiciones mediterráneas de Aragón. Tanto monta,  monta tanto, como Isabel y Fernando.

 

Capítulo III.

Tres reinados y poco más de un siglo (1479-1598), bastarán para proporcionar a España uno de los más brillantes triunfos que la historia conoce.

 

Su apogeo se alcanza con el matrimonio y el acuerdo recíproco de los Reyes Católicos de asegurar la unión de Castilla y Aragón, tomar Granada en 1492, recuperar Navarra en 1515 y descubrir las Indias occidentales por casualidad.

Con su descendencia irán tejiendo un entramado de matrimonios que permitirá más tarde a la Corona católica su expansión territorial futura y dominio tanto en Italia, como por tierras de Flandes y Noreste de Francia y Austria.

 

Cierto es que Aragón es una federación de estados, donde Cataluña, Baleares y Valencia conservan sus fueros, cortes, aduanas, monedas, tributos y medidas, razón de los virreyes y que en la periferia peninsular no aceptaran con buenos ojos a los funcionarios y soldados forasteros, venidos de Castilla.

 

Le seguirá Carlos V, casado con una infanta de Portugal, cuyo heredero será Felipe II, quien en 1580 tuvo bajo su cetro toda la Península y los dos mayores  imperios del mundo, a pesar de que en Aragón le recordaran sus viejas prerrogativas, siendo solamente el Conde-Duque Olivares quien obstinadamente intentó, en el siglo XVII, una enérgica centralización, cuando la fuerza militar y económica del centro español se agotaba, Portugal se sublevaba y Cataluña se ofrecía a Francia.

 

Es en la religión donde los Reyes Católicos llevan a cabo la unidad, creando un tribunal de la Inquisición, en 1478,  para sancionar a los conversos sospechosos, mientras en 1492 un edicto expulsaba a los judíos y Cisneros en 1499 llevaba a cabo en Granada una virulenta conversión forzada de los moriscos.

 

Las germanías en Valencia y Baleares, como la rebelión de las Comunidades, serán dos de las rebeliones a las que en la península tenga que enfrentarse Carlos V, aceptar a regañadientes a los moriscos, quienes con sus impuestos contribuyen en la construcción de su palacio en Granada, pues se temen sus lazos con los piratas de Berbería y con Francia, a lo que se sumarán durante el reinado de Felipe II, frente al unitarismo que triunfó en el siglo XVI, el protestantismo y los brotes de eramismo.

 

El Estado conformado por los Reyes Católicos y sus sucesores de Habsburgo, a pesar de la prudencia inicial y de despiadadas actuaciones contra la disidencia religiosa, llevarán a cabo la reforma monástica, la creación de la universidad de Alcalá, donde se escribe la Biblia políglota, aunque se multiplica el número de clérigos y las instituciones de beneficencia y crecen las “manos muertas”, además de un enorme esfuerzo administrativo y militar para contener a los enemigos que cada día acechan más al imperio español, principalmente en los Países bajos y Francia, como se inicia en Inglaterra bajo la férula de Isabel de la casa de Tudor, razón para que la hacienda pública se arruine.

 

Políticamente los Reyes Católicos doblegaron a la turbulencia de los grandes nobles y empezaron su domesticación, canalizaron  hacia el ejército el espíritu de aventura  de la pequeña nobleza, dominaron las maestranzas de las órdenes religioso-militares, hicieron de la Hermandad la policía de ciudades, una policía de estado. Introdujeron sus corregidores en los grandes municipios, a duras penas convocaron las Cortes e hicieron de los procuradores de estas asambleas una especie de funcionarios. En cambio, fundaron una cancillería y las audiencias, los Consejos de Castilla, de Aragón de Hacienda, de Indias.  Su reforma monetaria, sus favores a la Mesta, su intervención en la guerra de liberación de los siervos catalanes, muestran la preocupación que les dominaba y dejaron su huella en el porvenir.

 

Felipe II hará de Madrid, más concretamente el Escorial el centro vital del Imperio, por medio de una maquinaria de secretarías, consejos, alcaldes y sus escrúpulos, lenta y costosa para los administrados.

 

Será en Rocroy, en 1643, cuando se derrumbe toda esa fuerza y ese predominio que habían forjado los Reyes Católicos con la destreza del Gran Capitán, don Gonzalo de Córdoba y tanto Carlos V como Felipe II, se verán abocados a acudir a préstamos de banqueros: Fugger, Welser, Schatz, Spínola, que incluso con la victoria de San Quintín o Lepanto, le quitarán el sueño a Felipe II, tras el intento de la Armada Invencible (1538) de acabar con la amenaza de Isabel de Inglaterra, que inician junto a los Países Bajos, bajo la corona de los Orange, las rutas marítimas.

 

Dos años después de la hazaña de Colón, el papa repartió la Tierra entre Portugal y España. De 1495 a 1503 transcurre la era del comercio y de la navegación libres, con expediciones poderosas: segundo viaje de Colón o flota de Ovando (30 navíos y 2.500 hombres).

 

El ritmo se acelera en la época de Carlos V. Espinosa crea Panamá, Las Casas aspira a una colonización pacífica, Cortés funda la Villa Rica de la Vera Cruz, derrota a los Mexicas en Tenochtitlan y apresa a Moctezuma y es nombrado lugarteniente del rey en la Nueva España. Magallanes inicia la vuelta al mundo que terminará Elcano. De 1523 a 1529 se explora Guatemala y Honduras, se llega a Venezuela, que será cedida a los Welser, el Perú, el río de la Plata, se funda Santa Marta, Cartagena de Indias. Alvar Núñez Cabeza de Vaca va desde el Mississippi hasta California a pie. Desde las costas de México se llega ya al Asia.

 

En 1531 se conquista el imperio Inca, se funda Lima (1535). Almagro, separado de Pizarro, toma el relevo de Valdivia  y llega hasta la cordillera andina, Santiago de Chile (1541).

 

Irala organiza los países del Plata, Hernando de Soto visita la actual Georgia, Coronado el Colorado hasta Arkansas. López de Villalobos, en 1542, después de salir de Nueva España, llega al archipiélago que bautizará como Filipinas.

 

Ya con Felipe II, en los territorios del sur de América se multiplican las fundaciones y nuevas ciudades: Mendoza (1559), San Juan (1561), San Miguel de Tucumán (1565), Santa Fe (1573), Córdoba (1573), Buenos Aires (1580), Salta (1582), Corrientes (1588), San Luis (1597). Urdaneta regresa desde Asia a las costas americanas.

Legazpi ocupa Luzón y funda Manila; Mendaña, Sarmiento y Quirós descubren las islas Salomón, Tahití, las islas Marquesas, las Nuevas Hébridas y Torres, el estrecho que lleva su nombre. En 1580,  España tiene las factorías en África, India, archipiélago de la Sonda, las Molucas, Célebes y Filipinas, tiene relaciones con Japón y China, piensa intervenir en Camboya y Siam, aunque los rebeldes de los Países Bajos amenazan ya estas posiciones y Raleigh en 1584 ofrece la Virginia a su reina.

 

Desde que Colón iniciara su primer viaje del Descubrimiento en Palos, un 3 de agosto de 1492 y alcanzara tierra americana un 12 de octubre del mismo año, los españoles llevaron a cabo la más extraordinaria epopeya de la historia humana, donde sus descubridores y nuevos pobladores llevaban consigo su sed de oro y de evangelización, a no dudar, pero también todo el espíritu creador: científico, jurídico-político, económico, arquitectónico y material del siglo XVI y de la herencia que sobre su estirpe habían dejado desde la antigua Grecia, pasado, por Roma, los judíos y los árabes y la historia peninsular, la Reconquista y las enseñanzas acumuladas en la Biblia políglota depositada en Alcalá, como la lengua española que un día emergió en el norte de la península ibérica,  y a la que el humanista y filólogo  Nebrija daría forma con su gramática del castellano, en 1492,  como también el saber del Renacimiento, en una obra majestuosa de colonización voluntaria y meditada.

 

Cuando Colón ofreció como esclavos a Isabel la Católica los indios capturados, la reina respondió: ¿Qué poderes ha recibido de mí el almirante para dar a nadie mis vasallos? Era la preocupación permanente de unos reyes por tener súbditos directos y libres.

 

Las obras profanas llenarán las bibliotecas del Nuevo Mundo y se harán partícipes de la actividad intelectual del Sigo de Oro, mientras las ciudades se van llenado de catedrales, palacios y bellas ciudades.

 

El hecho colonial español fue agente decisivo en la transformación económica de que nace el mundo moderno, dando lugar al primer “mercado mundial” y contribuir en el desarrollo de la producción europea, con una cobertura monetaria cada vez más abundante.

 

Si a eso le añadimos ese ir y venir entre España y América de vegetales y animales, como de hombres y mujeres de todos los lugares donde España tenía su dominio: Italia y norte de Europa, Humboldt nos dirá que las mayores transformaciones  en la flora y fauna del mundo databan de la colonización española, cuya emigración de agricultores fue estimulada desde 1495, mientras los rebaños allí llevados se multiplicaban gracias a los enormes pastos existentes, a Europa llegaría la patata y el maíz, cuando México y Perú proporcionaban a partir de 1550 casi todo el metal precioso que inundaría Europa.

 

La época de los Reyes Católicos es pues una época creadora. Se publican las ordenanzas organizando en Sevilla la Casa de Contratación, a base del modelo de Burgos y destinada tanto al tráfico con África como al de las Indias. Sevilla será un vivero de burocracia y especulación, un puerto regional, nacional, colonial y mundial. El propietario andaluz vendía allí sus vinos y su trigo, lo mismo que toda casa de comercio europea de alguna importancia que contaba allí con representante. Incluso los catalanes orientaban la venta de sus paños a través de Medina, tras la pérdida de los mercados mediterráneos y orientales. La banca sevillana de los Espinosa, Iñíguez, Lizarrazas, Negrón, Morga, según fray Tomás Mercado, abarcaba más que un océano.

 

Cierto es que los precios de las mercaderías no paraban de subir, razón también de la expansión de los viñedos de Jerez y de los olivares de Jaén, cuando en Granada y Valencia, la producción de seda estaba asegurada. También nacía la metalurgia vasca, que se aprovechaba del momento de expansión general.

 

El Siglo de Oro de la civilización española fue todo un proceso de florecimiento y no un estallido brusco. Progresa la lengua, se desarrollan los géneros literarios originales y los refinamientos del arte plateresco. Se importan libros de estudio y se favorece la imprenta, tiene una enorme influencia la universidad de Salamanca y da sus primeros pasos la universidad de Alcalá.

 

Técnicos, médicos, astrónomos, botánicos, filólogos, como el antes citado Nebrija y Arias Montano, historiadores como Zurita o Mariana se suceden a la vez que nos llegan las obras de Suárez y un Vitoria, sobre el fundamento de los poderes y el derecho de gentes.

 

Quevedo, Calderón, Góngora, Cervantes, santa Teresa, Lope de Vega, Fray Luis de Granada, discípulos de Berruguete, qué decir de Velázquez el más insigne y representativo de este Siglo de Oro en la pintura, como tantos otros que harían interminable esta relación y muestra de una época de conquistas y de una lengua como el castellano que es estimada como noble en todo el universo.

 

La decadencia del gran Imperio. Se inicia con la pérdida de su población, la ruina de Castilla, de sus industrias, su ganadería, un monopolio comercial burlado por los extranjeros, junto a una decadencia política en los reinados de Felipe III, Felipe IV y , sobre todo, con la llegada al trono del inerme y enfermizo Carlos II. Se pierde Portugal en 1640, Cataluña se sublevó, pero es vencida, aunque lo vuelven a intentar entre 1700 y 1714. La alianza austríaca contra Richelieu o Mazzarino es un semillero de fracasos. En 1648 perdemos las Provincias Unidas, Artois y plazas flamencas. Por el tratado de los Pirineos se desgaja del territorio español la Cerdaña y el Rosellón, después el Franco Condado y otros trozos de Flandes en lucha contra Luis XIV, a lo que seguirá con Felipe V, de la rama de los Borbones, los Países Bajos católicos, Luxemburgo, posesiones en Italia, Menorca y Gibraltar. Llegando a comparar Montesquieu esta caída con la decadencia del imperio romano. La puntilla definitiva serán las pestes de 1599 y 1600, que despueblan las ciudades, con un campo ya abandonado y  una juventud que ha emigrado.

 

Hacia 1620 la eliminación de la empresa española en el mercado mundial es una realidad, motivada por el alza de precios, alza de salarios, desprecio del trabajo manual, exceso de vocaciones religiosas, expulsión de disidentes religiosos, emigración, abandono de la agricultura, vida picaresca, etc.

 

 

Capítulo IV

De 1700 a 1800, la población española pasa de seis a once millones de almas, los factores de la decadencia parecen borrarse, los metales preciosos afluyen a Europa, la política exterior de España se limita a fines concretos, apenas hay persecuciones religiosas y expulsiones y la clase productora mejora su estatus, con roturación de tierras y su colonización, creación de nuevas aldeas y se reanudan grandes obras públicas, mientras el tráfico es la gran conquista del siglo.

 

La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas concentró el comercio de cacao desde 1728, más tarde dos compañías sucesivas de Filipinas y una compañía barcelonesa de las Antillas. En 1778 se generalizó el libre comercio. Cádiz despojado de ese monopolio, que había heredado de Sevilla, sin embargo conservó su prosperidad. También era próspera América bajo la intervención de los grandes virreyes: Amay, O´Higgins, los Gálvez, Cevallos.

 

 Es pues un gran siglo colonial para España el siglo XVIII, pues hace acopio de materias, población en aumento, industrialización. En Cataluña,  el algodón reemplaza a la lana y las innovaciones técnicas siguen de cerca los pasos de las de Inglaterra.

 

Mientras todo ello acontece en la economía, la política de familia logra restaurar la influencia española en Italia y en 1739, los marinos españoles hacen fracasar un brusco ataque de las fuerzas inglesas, además de recuperar Menorca, la Florida y alcanzar ventajas coloniales, gracias a la enorme atención a la marina concedida por

dos excelentes ministros: Patiño y Ensenada.

 

La tradición centralizadora de los Borbones decaerá, como desaparecen los privilegios locales, se sustituyen los viejos organismos autónomos por capitanías, intendencias y audiencias.

 

Las provincias se hacen más presentes, se suprimen derechos sobre la producción, el gremio del comercio barcelonés obtiene de Madrid su protección y el libre comercio con América. En el País Vasco, la élite ilustrada funda la primera Sociedad Económica de Amigos del País, que toda España imita, destacando en esta época de despotismo ilustrado, grandes hombres como el aragonés Aranda, el asturiano Jovellanos, Floridablanca, Campomanes y los antes citados Patiño y Ensenada. E ilustrados como Moratín, el padre Feijoo o Capmany.

 

Con esta captación de las fuerzas vivas de las provincias, el centralismo logra la unidad.

Con todo ello, en 1787, había aún en España diecisiete ciudades, dos mil trescientas cincuenta y ocho villas y ocho mil ochocientos dieciocho pueblos sometidos a la jurisdicción de los señores; tres ciudades, cuatrocientas dos villas y mil doscientos ochenta pueblos sometidos al  patrocinio eclesiástico de las órdenes y frente a la miseria del campesino se alzaban las inmensas fortunas de los nobles.

 

Carlos IV había sido un rey mediocre y su favorito Godoy, un apuesto extremeño Guardia de Corps de la reina, que llegó a ser todopoderoso en 1792 y nefasto en su gobierno de España, que pierde Santo Domingo con la firma de Basilea, la Trinidad y la Luisiana y en 1805 el desastre de Trafalgar, por los acuerdos cerrados con Francia, que permitieron a Napoleón ocupar las plazas fuertes de Cataluña y Navarra, al mismo tiempo que en Lisboa.

 

La independencia española estaba amenazada, aprovechándose también Napoleón de las disputas entre Carlos IV y su hijo, entonces príncipe, y más tarde rey Fernando VII, por lo que entra en Madrid el general Murat y su ejército de Mamelucos, a los que un 2 de mayo de 1808, los madrileños y tras ellos el resto de España, se alzarán en armas.

 

La guerra de Independencia empezó en Madrid ese 2 de mayo y entre el 20 y 30 del mismo mes, Asturias, Aragón y Galicia se negaron a obedecer a las autoridades que “colaboraban” con los invasores franceses, que se extendían por todo el territorio nacional y nombraban rey a José I, hermano de Napoleón.

 

De las juntas provinciales sale el acuerdo de nombrar al anciano Floridablanca y al escrupuloso Jovellanos para presidir la Junta Central de resistencia, que en el reducto de Cádiz, de 1810 a 1812, dictarán la Primera Constitución liberal, que sufrirá distintos altibajos y fuente de numerosos enfrentamientos con el monarca, en una disputa entre la tradición frente al pensamiento liberal que marcará el siglo XV.

 

Fernando VII (1814-1833). Su reinado se caracterizará por la brutalidad y la mediocridad del poder y el fracaso de la renovación intentada en 1812 durante las Cortes de Cádiz.

 

En Verona, Chateaubriand pide la intervención, acudirán a España los “cien mil hijos de San Luis” que suprimen todas las libertades hasta entonces logradas y respaldadas por el felón de Fernando VII, que dará paso a la “década ominosa”, cuando ordena fusilar al más popular de los guerrilleros el Empecinado (1825), a Torrijos (1831) y es ejecutada Mariana Pineda en Granada por coser una bandera que pide libertad (26 de mayo de 1831).

 

En 1824 en Ayacuyo, en el sur del actual Perú, las tropas reales son derrotadas y empezará el desmoronamiento de las posesiones coloniales en América.

 

A la muerte de Fernando VII, le sucede su esposa y viuda María Cristina, de 1833 a 1840, fecha de los pronunciamientos (1873-1875) y de la primera guerra carlista.

 

Mendizábal, Toreno, Martínez de la Rosa, Espartero, Maroto, el “abrazo de Vergara” y el destierro de la regente, son algunos de los personajes más destacados de este período y hechos.

 

Es nombrado gerente, mientras la minoría de edad de la futura reina de España, Isabel II, el general “duque de la Victoria, Espartero, de 1840 a 1843,  que no puede evitar la agitación en las calles y su camarilla que ordena fusilar a generales sublevados, se tendrá que exiliar en Londres, aunque antes bombardea Sevilla.

 

Isabel II es proclamada reina (1843-1854), a su mayoría de edad y utilizada por los moderados contra los progresistas. González Bravo, Narváez, Serrano, Prim, Concha, Sartorius, O’Donnell, la “vicalvarada”, el nacimiento de los partidos democráticos republicanos de Castelar y Salmerón, federales de Pi y Margall, incidentes marroquíes, nuevos pronunciamientos, intervenciones navales en Chile y México, agitaciones, su consorte Francisco de Asís de inclinaciones homosexuales, la reina de numerosos amoríos y la rebelión de 1868 que tumbará su reinado, son algunos actores e incidentes en el reinado de la “Reina de los Tristes Destinos” y también llamada la “Reina Castiza”, que se exiliará en París.

 

Serrano y Prim (1868-1875) gobiernan provisionalmente hasta la convocatoria de las Cortes, que votan una constitución muy democrática, pero monárquica, razón de la entronización de Amadeo, hijo del rey de Italia, que cuando acepta el trono, su más ferviente defensor, el general Prim, es asesinado (30 diciembre de 1870), cuando la rivalidad Sagasta-Ruíz Zorrilla y una nueva guerra carlista tienen al país en vilo.

 

Amadeo I abdica y es proclamada la República, el 11 de febrero de 1873, con tendencia federal, su primer presidente Figueras, que una noche abandonará el poder y se marchará a Francia; Salmerón, que lo abandonará para no aplicar una sentencia de muerte; Pi y Margall y Castelar, quien verá la disolución de las Cortes por la fuerza, la del general Pavía, un 3 de enero de 1874.

 

Una dictadura provisional preparó la Restauración a favor del hijo de Isabel, Alfonso XII, que se encontraba en Inglaterra y cuyo preceptor era Cánovas del Castillo.

 

La Restauración (1875-1917). Se caracteriza por el ejercicio alterno del poder de los dos grandes partidos, llamado “turno político”. Se pone fin a la guerra carlista, de 1875 a 1885, y se impone como gran hombre Cánovas, que ve morir prematuramente al rey, en 1885, y tendrá que hacerse cargo de la regencia, con la reina María Cristina en el solio real, quienes tendrán que enfrentarse nuevamente a la declaración de guerra de los Estados Unidos, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, entre otras posesiones de ultramar, en 1898, a la vez que en la península, en Cataluña y país Vasco los intelectuales iniciaron movimientos rupturistas también.

 

Ya en el poder Alfonso XIII, de 1902 a 1917, las tensiones se agravan, con ministerios de Maura y Moret, con un anarquismo efervescente en Cataluña y e regional por la burguesía y los intelectuales. En 1906 se presenta a las elecciones Solidaridad Catalana y en 1909, una movilización en Barcelona de tropas destinadas a Marruecos, es origen de la “semana trágica”, que concluirá con la ejecución de Ferrer acusado de responsabilidad ideológica.

 

Canalejas, caído víctima de un anarquista, como también lo fuera Cánovas del Castillo;  García Prieto, Dato, Maura, las disputas entre germanófilos y aliadófilos, la neutralidad española y la guerra europea del 14 al 18, sin embargo ocasionaron en España una crisis, inicio de los trastornos contemporáneos.

 

Los problemas fundamentales por los que pasa España comienzan con una demografía creciente,  se pasa de 16 millones de almas en 1857 a 19 millones en 1900, a 24 en 1935, a la que los gobiernos no logran encontrar una satisfactoria solución económica y la desigualdad impera, los problemas agrícolas, con enormes latifundios y minifundios de escaso aprovechamiento, en todos los cuales es indispensable el regadío, que, no obstante, requiere una enorme inversión, y las viejas costumbres, el analfabetismo y los caciques frenan cualquier estímulo.

 

Esa abrumadora desigualdad se manifiesta en que a comienzos del siglo XX, 10.000 familias poseían 50 por ciento del catastro, y el 1 por ciento de los propietarios el 42 por ciento de la propiedad territorial. En Jerez, por ejemplo, el 67 por ciento de los viñedos  están en manos de un 3 por ciento de los propietarios. Otro, los Medinaceli consagraron a la caza durante mucho tiempo, 15.000 hectáreas sobre 16.000 de buenos terrenos. La intensificación no tiene lugar a causa del latifundio.

 

En lo que se refiere a la industrialización, la explotación minera, el equipamiento general y la industria pesada, o permanecen atrasados o están en manos de empresas extranjeras: belgas en la empresa Real Asturiana de Minas, franceses en Peñarroya e ingleses en Orconera, Tharsis y Riotinto.

 

En cuanto al equipamiento industrial: máquinas, transportes, fuerza motriz, también la pobreza daba lugar a la inversión extranjera, que aprovechaba las concesiones en el ferrocarril, la electricidad y el automóvil.

 

No obstante, en Cataluña nació una industria textil, poco concentrada orgánicamente, aunque solidaria por su emplazamiento próximo a Barcelona: Sabadell y Tarrasa, lo que hace posible el crecimiento de la capital del principado, que de 88.000 habitantes en 1818, pasan a 190.000 en 1860 y 510.000 en 1897, con trabajo en industrias de tipo medio, a base de capitales familiares y de necesidades bancarias limitadas.

 

Los catalanes consideraban que ellos encarnaban “el trabajo nacional”, aunque como no podían hacerle competencia a Inglaterra, y como el proteccionismo en las colonias era muy restringido, se integran en un organismo, llamado Fomento del Trabajo Nacional, con prensa, mítines y puestos en el parlamento, donde denuncian la política madrileña, el peso de la España pobre y reclaman la dirección de la economía, siempre protectora de sus intereses locales y contraria al liberalismo.

 

Por esa pobreza, España será tratada por el extranjero como zona de influencia, razón de sus posiciones en los matrimonios reales y en una rivalidad anglo-francesa, que tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, en 1898, dará origen a voces en pro de una “política africanista”, caso de Costa, como también a la oposición al régimen por parte de los catalanes, cuya industria perdía sus últimos mercados externos, demandando para ellos un mayor proteccionismo, mientras se alzaban voces autonomistas, caso del abogado Prat de la Riba, en La nacionalitat catalana.

 

En ese año 1898, además de la derrota ante los EEUU, se agravan los problemas regionalistas. El nacionalismo vasco se desarrolla sobre todo en este siglo XX, aunque nació en el XIX con la doctrina enunciada por el xenófobo Sabino Arana en Bilbao. Mientras tanto, en Cataluña, el separatismo catalán se hace más presente. Había empezado como una manifestación de renovación lingüística. La lengua catalana recobró dignidad literaria entre 1833 y 1850, con la Oda de la Pàtria, de Aribau, las poesías de Rubió y Ors, además de los Juegos Florales, los trabajos históricos de los Bofarull, Milá y Fontanals y Balaguer, todo lo cual puso de moda el pasado catalán, que hacía surgir nuevos poetas como Verdaguer y, más tarde Maragall. Siendo la reconquista de la lengua, entre 1910 y 1925, obra mayoritaria de Pompeu y Fabra.

 

Así se explica la evolución del propio catalanismo: del regionalismo intelectual pasa al autonomismo (1892: Bases de Manresa). Después de 1898, habla de “nacionalidad”. En 1906, Solidaridad Catalana obtiene un gran triunfo electoral, por encima de los partidos de ámbito nacional, mientras Madrid creía contrarrestarlo con el demagogo, y fundador posterior del partido republicano Radical, Alejandro Lerroux, ídolo de las multitudes populares barcelonesas, a pesar de que el catalanismo fue capaz de reunir a las oposiciones de tipo democrático y pequeño burgués; un catalanismo de izquierda que iba a unir a pequeños propietarios, “rabasaires”, empleados, funcionarios e intelectuales modestos. Se perfilaba un bloque regional contra Madrid.

 

El movimiento social y las organizaciones obreras. En el siglo XIX la participación social en la industria española nunca fue fuerte. Contaba con  tres núcleos regionales: Cataluña, Asturias y Vizcaya, cuatro o cinco ciudades: Madrid, Sevilla, Valencia, Málaga, Zaragoza; minas aisladas: Peñarroya, Ríotinto, La Unión. No obstante, desde el siglo XIX la clase obrera española ha desempeñado un papel sensible, razón también de la presencia de anarquistas, sindicalistas y marxistas, a menudo venidos de fuera. Los grandes días que el anarquismo vivirá son entre 1890 y 1910, acción directa por atentados, huelgas de 1890 y 1912, proceso de Montjuic, semana trágica. En 1911 empieza una fase más organizada y es fundada la Confederación nacional del Trabajo, CNT.

 

En Cataluña, desde los años 1830-1860, se había ya afirmado las tendencias a la asociación: Sociedad de Tejedores, Las Tres Clases de Vapor, Unión Manufacturera, donde eran frecuentes las sacudidas de violencia y la huelga general.

 

Marx y Engels  desde Londres y los bakuninistas desde Suiza se lanzan a porfiada lucha en torno a objetivos españoles. Nace entonces el Partido Socialista Obrero en Madrid y en 1888, la organización sindical Unión General de Trabajadores, siendo Pablo Iglesias Posse su fundador, sin originalidad, pero noble figura, que durante mucho tiempo al socialismo español en la tradición de Lafargue y Guesde. Más tarde esta tradición irá en olvido, conforme se incorporen al partido políticos natos como Indalecio Prieto, profesores de Derecho como Besteiro y Jiménez de Asúa o Fernando de los Ríos, pasándose al parlamentarismo y el reformismo.

 

No obstante, el anarquismo vivió grandes días entre 1890 y 1910: “acción directa” por atentados, huelgas de 1890 y 1912, proceso de Montjuïc, “semana trágica”. En 1911 empieza una fase más organizada, fundándose la central anarco-sindicalista, Confederación Nacional del Trabajo, CNT, que dominará el movimiento obrero español hasta la guerra civil.

 

Problemas espirituales.

Como en el siglo XVIII, el debate entre la tradición y el deseo de renovación siguen muy presentes todavía. A mediados del siglo, un sacerdote catalán, Balmes, y un liberal convertido, Donoso Cortés, hacen un vehemente llamamiento en favor de una vivificación de la tradición, posición de carácter defensivo y cuya influencia no será inmediata, a pesar de que los novelistas, caso de Pereda, Valera, Palacio Valdés y Bazán sí descubren a un pueblo en crisis moral.

 

En 1880, el krausismo, introducido por Giner de los Ríos a través de la Institución Libre de Enseñanza, que tan lejos llegará y que contará con una grey de un talento extraordinario, además de la Junta para Ampliación de Estudios en el extranjero, señalan el camino del cambio educacional y señalan a las élites intelectuales y de gobierno futuras, mientras Baroja pisotea la tradición, pero rechaza las lecciones del exterior, Antonio Machado centra su meditación poética sobre el paisaje de Castilla la Vieja, pero denuncia “la sangre de Caín”, de estómago vacío y “alma huera” del español. Ganivet muere desesperado lejos de su patria, después de haber trazado su idearium, para mostrar que no hay común medida entre España y Europa. Otras corrientes del pensamiento de esa época son Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz, Marañón, ortega y Gasset y Eugenio d’Ors, entre otros.

 

En suma, los hombres del 98, contradictoriamente, quisieron criticar, al mismo tiempo, el complejo español y exaltar su mito, fieles a esta disputa serán Azorín, Maeztu, Unamuno y posteriormente, Federico García Lorca, Miguel Hernández o Pablo Picasso.

 

Capítulo V

La crisis de la Monarquía (1917-1931)

Primera fase (1917-1923). Los disturbios

 

Gracias a la neutralidad, a pesar del choque entre aliadófilos y germanófilos, España vivirá en una euforia económica que se frenará de repente el año 1917, con la carestía de la vida, el anuncio de la revolución rusa, los enriquecimientos escandalosos, que originará una agitación ciudadana que cristalizará en mayo en un movimiento militar, cuando los oficiales de infantería constituyen “juntas” contra el favoritismo, mientras también se ponía en marcha un movimiento político. Regionalistas, reformistas, radicales y socialistas reclamaban la convocatoria de Cortes, en las que el gobierno no estaba seguro de tener mayoría. En Barcelona se celebrará una reunión ilegal de ochenta diputados de la oposición que piden una Constituyente.

 

A fines de julio un movimiento social reemplazó a la agitación política. Hubo huelgas en Valencia, Santiago y Bilbao. El 13 de agosto la huelga es general. El 15 de agosto las ametralladoras disparan y matan una concentración obrera en Cuatro Caminos, barrio popular de Madrid. En Cataluña y en la región minera del norte se libran verdaderas batallas, aunque el Gobierno domina la situación y detiene a los jefes socialistas. (Saborit, Anguiano, Besteiro, Largo Caballero), mientras que otros políticos logran huir (Lerrouxx, Macià). Maura y el general Primo de Rivera se manifiestan contra la debilidad del Gobierno.

 

Tienen lugar diversos ministerios, que nada arreglan, fracasando el de maura, Romanones y Cambó, que tantos parabienes y esperanzas recibiría. Maura se orienta hacia la intransigencia anticatalana y Cambó vuelve a la oposición con un discurso explosivo: “¿Monarquía?, ¿República? ¡Cataluña! Por lo que la cuestión regional vuelve a plantearse crudamente.

 

Confusión social, carestía de la vida, crisis de la industria (1919), “trienio bolchevique” en Andalucía (1918-1921), escisión del partido socialista (19219 y congreso de la CNT que muestra su enorme fortaleza, destcándose sus jefes: Salvador Seguí (“el Noi del Sucre”) y Angel Pestaña, quienes discuten con el Gobierno y logarn la jornada de ocho horas.

 

Pero una patronal combativa lanza el cierre o “lock-out”. Entonces entra en juego el terrorismo que asola Cataluña, Zaragoza y Bilbao, dutante los primeros meses de 1921.. En junio, sin embargo, la represión la encarnará el general Martínez Anido y el policía Arlegui, que oponen pistolero a pistolero y sindicato único a sindicato libre. De los mucjos asesinatos de esta espiral de confrontación obreros y empresarios, movilizada también la policía cívica del Somaten, son asesinados el abogado Frances Layret y salvador Seguí.

 

Si en la península el clima social y cainita es desesperante, vendrá  agravarlo, un 20 de julio de 1921, la muerte del general Silvestre con todo su Estado Mayor, más catorce mil bajas entre muertos y prisioneros, la derrota en Annual (Marruecos) frente a las cabilas sublevadas del Rif, y en la desordenada retirada perecen la mayoría de manera brutal.

 

Animado por empresarios, funcionarios, industriales y elites intelectuales catalanas y guarniciones, el General Primo de Rivera, desde la capitanía de Barcelona, proclama un directorio aceptado por el rey y suprime las desacreditadas Cortes.

Segunda fase. (1923-1930). La dictadura

Aun cuando el directorio militar pronto se convierte en civil, a fines de 1925,  designa una Asamblea consultiva (1927) y proyecta una Constitución (1929), sólo será capaz de resolver la cuestión marroquí, desembarcando en Alhucemas (8 septiembre de 1925) y derrotando al jefe de los sublevados, Abd-el-krim, con la presencia también del general Sanjurjo, que tan presente estará durante la República. Mantendrá la alianza con Francia,  desde 1925 y, con la dirección económica por parte del conde de Guadalhorce y Calvo Sotelo, se llevarán a cabo grandes inversiones en pantanos, principalmente en la cuenca del Ebro y cuencas subpirenaicas, extensión del canal Aragón-Cataluña, además de ceder el monopolio de Telefónica a los norteamericanos, a la vez que las inversiones en ferrocarriles las llevaban a cabo firmas extranjeras.

 

En lo relativo al programa social, a la moda italiana, se establecieron los Comités Paritarios obligatorios, en los que participaron Indalecio Prieto y Largo caballero (PSOE), mientras se reglamentaba el trabajo nocturno de las mujeres.

 

En lo referido al problema regional, Primo de Rivera suprimió la  Mancomunitat de 1913 y su obra, perdió la alianza con las clases dirigentes catalanas y vascas, tratando de imponer su partido La Unión Patriótica y somatenes, además de desterrar cualquier opositor, como fueron Unamuno y Macià, también se indispuso con el arma de artillería.

 

Primo de Rivera, nacido en Jerez, terminó exiliándose en París, 30 de enero de 1930, ante el frío respaldo para seguir de los jefes militares y del rey Alfonso XIII, donde fallecería, dejando en España a su hijo, José Antonio Primo de Rivera, que lideraría la Falange.

 

Tercera fase (1930-1931). La caída de la Monarquía.

El viejo general Berenguer será elegido por Alfonso XIII para tratar de reconducir la situación política, recuperando los viejos dirigentes: García Prieto, Romanones, Sánchez Guerra, Melquíades Álvarez o Cambó, aunque ya en San Sebastián, el 17 de agosto de 1930, los antimonárquicos están decididos a implantar la República, caso de Miguel Maura y Alcalá Zamora, por los conservadores y moderados; Lerroux y Martínez Barrio, por los radicales; Azaña, Casares Quiroga, Álvaro de Albornoz y Marcelino Domingo, como jefes de los partidos más jóvenes; Carrasco Formiguera, por los catalanistas republicanos e Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, por los socialistas. También regresan Unamuno y Macià, que serán todos sorprendidos por el resultado de las elecciones municipales del 12 de abril, cuando la izquierda más avanzada triunfa en los grandes centros urbanos. Tras ello, Romanones se reunirá en casa del doctor Marañón con Alcalá Zamora para que Alfonso XIII, antes del amanecer se exilie, dispuesto él a que no haya ningún derramamiento de sangre.

 

El bienio reformador. 1931-1933

El primer objetivo de los constituyentes: intelectuales, juristas y viejos políticos, fue publicar una Constitución, que sería creada sobre el modelo de la Weimar y cuyo título primero recogería que España es una República de trabajadores, no sin bastantes sonrisas y desacuerdos. Alcalá Zamora sería su primer presidente, que dimitiría cuando se debatía el artículo sobre la laicidad del Estado, el número 26, y por el que en su primer discurso en las Cortes, Azaña declaró qué había dejado de ser católica. También se introdujo la autorización para la solicitud de Estatuto de autonomía por parte de las regiones.

 

A pesar del nuevo esfuerzo de transformación social, el 11 de mayo de 1931 los incendios de conventos hicieron acto de aparición, por parte de pequeños grupos, sin que por ello ni Gobierno ni la multitud pusiera mucho empeño en apagarlos, más bien indiferencia.

 

Se logró otorgar el Estatuto de autonomía a Cataluña, a pesar de enorme oposición inicial, del mismo Indalecio Prieto (PSOE), Ortega y Gasset y Unamuno, entre otros, que recogería Macià, se llevaba a cabo la Reforma agraria y un esfuerzo enorme en la creación de cientos de nuevos colegios, a la vez que en materia religiosa los Jesuitas era expulsados.

 

Hubo, por parte del general Sanjurjo, un intento de sublevación militar pronto sofocado delante del ministerio de la Guerra en Cibeles y frente al Banco de España en Madrid, mientras Azaña presidía el Gobierno y a la vez era el Ministro de la Guerra, que reforzó la conjunción gubernamental de Izquierda Republicana, Psoe y Esquerra, con la oposición de conservadores y radicales, éstos últimos de Lerroux y Martínez Barrio, todavía juntos, hasta que distintos conflictos con la guardia civil en Castilblanco, Arnedo y finalmente en casas Viejas, hoy Medina Sidonia, esta vez con la Guardia de Asalto, de reciente creación, y en ese lugar comandada por el siniestro Capitán Rojas, que seguiría con sus estragos en Granada con el alzamiento militar, terminarían por derribar al Gobierno.

 

Nace la Falange, de corte fascista y siendo su líder mas destacado José Antonio Primo de Rivera, mientras el clero y la derecha se moviliza en una organización política más fuerte: Confederación Española de Derechas Autónomas o CEDA, que encabeza Gil Robles.

 

El bienio negro. 1934-1936

Tres problemas se recrudecen, sin que los diferentes presidentes propuestos por Alcalá Zamora para gobernar sean capaces de hacer frente: político, social y la cuestión catalana.

 

En política, la derecha no se ha adherido a la República, por lo que Lerroux gobernará sin ella, que no obstante terminará sentándose en la cabecera del banco azul, con Gil Robles o la CEDA al frente, por lo que Martínez Barrio abandona a Lerroux, crea un nuevo partido político y la agitación social comienza a partir de nuevas elecciones, promovida por la CNT, mientras que en la UGT la división entre Largo caballero y Besteiro termina inclinándose por el primero.

 

Muerto Macià a fines de 1933 y con la confirmación de mayoría de izquierdas en los comicios municipales catalanes, se inicia en la región un conflicto agrario, que desembocará en la revolución de Octubre en Cataluña y Asturias.

 

En Cataluña los políticos catalanistas se alzan en contra de la institución republicana, terminando apresados tras atrincherarse en la Generalitat y huir por las alcantarillas. Mientras que en Asturias los mineros cuentan con armamento y tendrán que ser reducidos, despiadadamente, por las tropas marroquíes del general López Ochoa.

 

En este período el desbarajuste general y los incidentes de Asturias y Cataluña, además del encarcelamiento de políticos de izquierdas, Azaña se encontraba apresado en un vapor anclado en el puerto de Barcelona; Companys, Dencás y otros, en la cárcel, mientras Prieto se recluía en Ostende (Bélgica), por lo que el péndulo del cambio hacia la izquierda se anunciaba seguro, sobre todo tras los varios pasos que parecían conducir a este cambio, a saber.

 

a.- Deflación económica

b.- Reacción social: obreros despedidos, cierre de empresas, en Cataluña expulsión en el campo de arrendatarios y sus represalias, reforma agraria suspendida, indemnización a los grandes de España desposeídos de tierras en 1932, amnistía a los militares del golpe de Estado de Sanjurjo

c.- Política del presidente de la República partidista.

d.- Efecto sicológico de la brutal represión de octubre.

e.- Escándalos en torno a Lerroux, caso de estraperlo.

f.- Gil Robles, rechazado por los monárquicos.

 

Febrero-julio de 1936. De las elecciones al pronunciamiento

Niceto Alcalá Zamora, controvertido Presidente de la República y enemistado con Manuel Azaña, el alma de la misma, visto su fracaso con los distintos gobiernos de derechas, a regañadientes y sabiendo que solo le quedaba una prerrogativa para encargar nuevas elecciones, que por tanto según la Constitución le obligarían a abandonar la alta magistratura de la República,  una vez elegido el Parlamento, entrega a Martínez Barrio el edicto para nuevas elecciones que pongan fin al divorcio entre las Cortes y la calle, que, inesperadamente, unidas todas las fuerzas de izquierdas bajo la enseña del Frente Popular, ganarán inapelablemente la primera vuelta y, en la segunda, que han de repetirse en Cuenca y Granada por denuncias de pucherazo, arrasar, en un clima de asesinatos callejeros, por parte de falangistas, y represalias, por parte de la izquierda, que acabarán con la vida del diputado Calvo Sotelo, el 12 de julio de 1936, tras ser sacado de su casa por oficiales de Asalto y asesinado dentro del mismo furgón en el que estaba retenido. Sería la justificación que Franco esperaba para, el 17 de julio, sumarse a los sublevados que alrededor de Sanjurjo, en un pronunciamiento general de los cuarteles.

 

La Guerra Civil (1936-1939)

Del pronunciamiento a la guerra civil

“Alzamiento nacional” es el nombre que empleará el régimen franquista, que hacía meses que los oficiales conspiraban coligados con políticos de la derecha y que habían tenido contactos con Alemania e Italia, incluso con Inglaterra, con su jefe Sanjurjo exilado y dibujando el complot.

 

Manuel Azaña es ahora el nuevo Presidente de la República y su amigo e integrante también de Izquierda Republicana,casares Quiroga,  el Jefe de Gobierno, ya que el primer intento de nombrar a Prieto sufrió la negativa del PSOE, que presentará su dimisión, como también lo hará el siguiente nominado, Martínez Barrio, quien en conversación telefónica con el general Mola, sabrá por boca de éste en conversación telefónica “que es tarde” para detener la sublevación. Giral ocupará el Gobierno y entregará armas a sindicatos y partidos políticos, que las demandaban, y que ya no contaban con el ejército, que tendría que ser reformulado.

 

El día 17 de julio 1936 será la señal para el ejército de Marruecos, a donde se dirigirá Franco,  desde las Canarias, y al día siguiente, 18 de julio, toma el mando, mientras que  Goded, que estaba en las Baleares, lo hará en Barcelona para dirigir el golpe en Cataluña, donde fracasará, mientras Queipo de Llano en Sevilla se gana la guarnición y contribuirá a que haya una cabeza de puente en la península. En Málaga, triunfa la energía del gobernador civil, cuando en Barcelona la Guardia Civil permanece al lado del Gobierno y junto al pueblo que detienen a los insurrectos, a la vez que en Madrid, encerrados en el Cuartel de la Montaña con el general Fanjul a la cabeza, el 20 de julio de 1936, hacen fracasar la sublevación, aunque en Toledo, dentro del Alcázar, atrincherado el general Moscardó, logrará soportar el asedio de las fuerzas populares hasta que las fuerzas sublevadas logren romper el cerco y rescatarlo.

 

Desde los días 20-21 de julio,  se perfilaba ya una división militar y geográfica, favorable al gobierno que seguían dominando las ciudades más importantes de España y todo el Este, mientras que Marruecos, las islas, Ceuta, Melilla, buena parte de Aragón, Navarra, Galicia y la meseta de Castilla la Vieja, con una punta en el sur hasta Cáceres y, por último, la costa andaluza de Algeciras a Huelva, estaban en manos de los insurgentes, también Granada que se había sumado a la sublevación el 20 de julio de manera cruenta y que se terminará convirtiendo en un genocidio local de inocentes, entre ellos el gran poeta Federico García Lorca.

 

En el inicio de la sublevación y cuando se disponía a emprender el vuelo desde Portugal para unirse a la misma, Sanjurjo se estrella en el avión, por lo que los cabecillas: Goded, Mola, Franco, Queipo de Llano, Cabanellas, Varela, Goded y Fanjul, estos dos últimos que perderán la vida en el comienzo.

 

Madrid era el objetivo primordial, por lo que todas las rutas de los insurrectos pronto trataron de converger hacia la capital de España, que inició Yagüe, desviándose hacia Toledo para liberar el Alcázar de Toledo (27 de septiembre), cercando Madrid el mismo mes de octubre por tres lados, lo que motivó que el gobierno abandonara la capital, camino de Valencia, el 6 de noviembre, el 7 llegaban los moros a los puentes del Manzanares y el 9 de septiembre se daba el asalto general, que se estabilizaría hasta el fin de la guerra.

 

Málaga caerá a principios de febrero de 1937, sucediéndose una forzada evacuación y masacre en la carretera que llevaría los refugiados, por la costa, a Almería, ésta última ciudad bombardeada por los nazis el 31 de mayo de 1937, por el acorazado Deutschland, en represalia a un accidente naval ocurrido en las Baleares.

 

Bombardeos se sucederán en masa contra Durango y Guernica, mostrándose la ineficacia del cinturón fortificado de Bilbao, que cayó el 19 de junio, ante el abandono de las armas de los gudaris y su deseo de negociar con el Vaticano para una paz sin la República. Sobre Brunete (cerca de Madrid) los republicanos llevarán a cab o operaciones de distracción, de 5 al 24 de julio y en Belchite (Aragón)  el 3 de septiembre.  En agosto, los italianos tomaron Santander. Asturias caerá en octubre. Al gobierno republicano sólo le queda un tercio del territorio nacional, aunque en él se concentra la mitad de la población.

 

A final de 1937 el ejército popular, siendo el Ministro de la Guerra Indalecio Prieto, toma Teruel, pasando a la ofensiva, retrasando así la ofensiva franquista para aislar Cataluña y cortar Madrid del mar. Era entonces presidente de gobierno Juan Negrín del Psoe. No obstante, cerca del delta del Ebro, Cataluña terminará quedando separada de Valencia, en el mes de abril de 1938, deteniéndose el avance tras una nueva e inesperada ofensiva en el río Ebro, por parte del ejército popular comandado por Líster.

 

El 26 de enero de 1939 caerá Barcelona y en febrero se termina la campaña militar, pasando a Francia cuatrocientos mil refugiados, en una epopeya de las más trágicas y recluidos en campos de concentración, custodiados por Senegaleses, y durmiendo a la intemperie los republicanos españoles en las playas de Argèles, Saint Cyprien y Barcarès. Negrín, después de que Azaña pasara la frontera por La Vajol, en el Pirineo catalán, un 5 de febrero de 1939, decidido a presentar su dimisión y no volver más, a pesar de la insistencia de Negrín, regresará a las cercanías de Albacete, pero en Madrid, el general Casado y el mismo Besteiro en junta, están negociando la rendición, con la oposición de los comunistas, que costarán cuatro días de combate y luchas internas, por lo que el 28 de marzo de 1939, Franco ocupará Madrid. Ya en la madrugada del lunes 6 de marzo de 1939, desde la última posición de la República, Juan Negrín, la Pasionaria, el poeta Alberti y otros dirigentes socialistas y comunistas, en avión, abandonarán España.

 

Las condiciones de guerra que se dieron.

Tuvieron que ver con la situación exterior y contaron los insurrectos con los jóvenes de las clases acomodadas, que ahora habían dejado atrás los motines, las columnas y las guerrillas, a la vez que se daba un nuevo modelo más brutal y moderno, habida cuenta las armas que alemanes, italianos y rusos introdujeron, tomando la guerra española como un ensayo de lo que esos Estados tenían en mente para el futuro de su expansión.

 

Los republicanos disponían de masas de hombres entusiastas, de la marina y de las regiones industriales, que en otra época les hubiera favorecido, también contaron con las Brigadas Internacionales (hombres y mujeres de más de 50 países que quisieron dar su vida por la libertad y la democracia en España del lado de la República) pero la “no intervención” , respaldada por británicos y franceses, contribuyó en la derrota, a pesar de que los comunistas pusieron la disciplina que no tenían los milicianos y el nuevo ejército popular republicano,  creado a marchas forzadas tras la desaparición del ejército formado al lado de Franco.

 

Evolución interna de las dos Españas 81936-1939)

Cada bando centró su actividad en las necesidades de guerra, aunque en el campo republicano se trató de conciliar con las tendencias renovadoras y la revolución sindicalista, que tuvieron como eje de gobierno a hombres como Largo Caballero y Negrín, amén de Gital, éste último el único que trató de mantener la legalidad, mientras que los otros dos tenían que unir su voluntad a las disposiciones de los comunistas, también a las de los dirigentes enviados por Moscú, lo que fue motivo del exterminio del POUM.

 

En el bando llamado nacional de las fuerzas de Franco, desaparecido Sanjurjo y Mola y José Antonio, Franco tomará las riendas, en octubre de 1936, por medio de una Junta de Defensa y su Junta Técnica, quitando del escenario a falangistas y requetés, acogiendo a la Iglesia como parte integrante de las consignas y método, sostenido por el capitalismo extranjero y también los nazis alemanes y los fascistas italianos, con quienes su cuñado Ramón Serrano Súñer tenían un gran sentimiento común, que tuvo que pasar a la sombra en cuantos los aliados se hicieron fuertes y mostraron al mundo que la victoria estaría de su lado, como así fue en 1945, por lo que un nuevo cambio en exteriores en la persona de Francisco Gómez-Jordana, trataría de acercarse directamente a los Estados Unidos y formar un frente común contra el comunismo de Stalin y la URSS.

 

Represiones y “terrores”

Terribles y crueles en ambos bandos. Hubo sacerdotes que bendijeron los peores fusilamientos y multitudes que persiguieron a los religiosos hasta la tumba. Se ha hablado de un millón de muertos, de veinte mil religiosos que encontraron la muerte, aunque los cálculos demográficos inducen a creer que las pérdidas de la población española debidas a la guerra civil serían de unas quinientas sesenta mil personas, incluyendo en ellas las víctimas de combates y bombardeos. Se trató de una crisis nacional y social, tan unánimemente reconocida en 1936, que los dos campos invocaron la defensa patriótica y la voluntad revolucionaria.

 

El problema nacional.

La reacción de los catalanes y vascos fue psicológicamente “nacional”, en el sentido que el espíritu de grupo fue capaz de aglutinar a católicos fervientes con vehementes militantes anticlericales. Sentimientos que reanudaron la tradición federal, mientras el comunismo, por su parte, allí aceptaba a poyarse en todo patriotismo regional verdaderamente  popular, en la medida que no obstaculizaba, sino reforzaba, el combate.

Por otra parte, la intervención italo-alemana se hizo odiosa, en toda la zona republicana, como atentado simultáneo a la libertad y a la patria. Oradores anarquistas invocaban 1808 y la Reconquista. Desde Giner, los intelectuales sabían mezclar la tradición española con la voluntad de renovación. Desde Antonio Machado a Alberti, Altolaguirre, Miguel Hernández, los poetas ofrecieron al pueblo en guerra romances, sátiras y canciones, con tanta más emoción cuanto que el más grande de ellos, uno de los poetas más asombrosos de todos los tiempos, Federico García Lorca, ejecutado en Granada, había sido una de las primeras víctimas del bando insurrecto. Se exaltó la tierra de España, su arte y su historia.

En el campo adverso, el “nacionalismo” tenía un componente central en la unidad, también trataba de ser expansivo. Con ellos retornará la bandera bicolor y la Marcha Real. Sin embargo, se oponían a los nacionalismos locales. Como la grandeza de España reside en la historia, la nación será pues, una unidad histórica, unidad de destino. Su garantía será el orgullo de casta, que equivalía al mismo sentir de los nazis como raza aria. El clero, la religión y patria, alimentados por la erudición del historiador americano Pereyra o de Menéndez Pelayo, junto al activismo imperial de Falange, sirvieron en esa propaganda.

 

El problema de la transformación social.

¿Saldría un cambio social profundo del conflicto sangriento? Se aceptó la idea de que la reacción contra la revolución del 18 de julio conduciría a una revolución del cuerpo social.

Los comités obreros intervinieron las empresas, los ayuntamientos, los sindicatos y los grandes servicios públicos. Los campesinos ocuparon las tierras y dejaron de pagar los arrendamientos. La FAI y la CNT en Aragón y Cataluña trataron de introducir experiencias “libertarias”, reanudando a veces las fórmulas del viejo “colectivismo agrario”, particularmente en la industria. Mientras en el resto de la España republicana las medidas importantes fueron las referentes al mundo agrario, donde el Instituto de reforma Agraria no pudo llevar a cabo su programa de créditos, intervención técnica, plan de cultivos y mecanización.

Los comunistas subordinaron cualquier medida a la guerra, por lo que denunciaron colectivizaciones inútiles, mientras los anarquistas y comunistas disidentes estimaban que la revolución total era condición de victoria., llamando traición a toda limitación de sus primeras experiencias anarquistas.

La masa que se alinea tras Franco, a despecho del vocabulario de la Falange, es la misma que votó en febrero “contra la revolución”, por instinto de conservación o por tradicionalismo. También Franco empleará fórmulas más moderadas: “justicia social”, “enseñanzas de la Iglesia”, “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan” y promulgará el “Fuero del Trabajo”. Sus promesas sociales son modestas (vacaciones, seguros, salario mínimo familiar), además de establecer el “sindicato vertical”. La reacción contra la obra el Frente Popular: salarios, tierras devueltas a los propietarios (los campesinos instalados de antiguo y no sospechosos pueden quedar como arrendatarios), indemnizaciones a las personas afectadas en sus bienes por hechos políticos. A todo ello se añadirá la obra económica de la guerra: distribución fiscalizada de las materias industriales, Servicios Nacional del Trigo que impone las superficies a sembrar y adquiere toda la cosecha, reconstrucciones, ayuda a las víctimas de la guerra y Auxilio Social., que intenta detener la miseria más ostensible mediante una espectacular campaña de caridad.

En resumen, la guerra lejos de desatar la “revolución” anunciada por el vocabulario de los falangistas, no supuso ningún cambio profundo, por el contrario, las castas dirigentes: clero, ejército, juventud rica asociada al Partido, a los cuadros militares y al Auxilio Social, se impusieron de forma decisiva.

EL RÉGIMEN DEL GENERAL FRANCO (1939-1975)

 

1939-1942

Hasta mayo de 1940, Franco, inquieto, trata de estar cercano a los “occidentales2 y en cuanto el ejército alemán aparece victorioso, pasa a la “no beligerancia”, ocupa Tánger, se apoya en el germanófilo y cuñado Serrano Súñer y se entrevista con Hitler y Mussolini. Una entrevista hispano-portuguesa asegura recíprocamente a ingleses y alemanes la neutralidad ibérica. En el interior los tiempos son muy duros: miseria, aislamiento y cartillas de racionamiento. La Falange da el tono en economía y la legislación tiene tintes dictatoriales y clericales.

 

1942-1944

Desembarco aliado en África, la diplomacia franquista cambia de estilo y es el general Jordana quien se pone del lado de los anglosajones, obteniendo España pedidos y suministros para su industria. Se suaviza el vocabulario totaliatrio.

 

1944-1948

Segura ya la victoria de los aliados, Lequerica y luego Martín Artajo, se hacen cargo de la política exterior anticomunista y ofreciendo una adhesión sin cortapisas a las iniciativas norteamericanas, a pesar de que el estado de opinión internacional obliga a la ONU a formular una condena del régimen de Franco, y a Francia a cerrar la frontera durante cierto tiempo. Mientras tanto, el gobierno intenta obtener una reacción del sentimiento nacional, a pesar de las graves dificultades económicas y el juego pendular del jefe de Estado se sucede entre falangistas y católicos, y las negociaciones con don Juan muestran que el régimen no se siente seguro.

 

1948-1955

La “ guerra fría” da un respiro internacional a la causa de Franco. Los estados Unidos aprovechan para servirse de España, aunque hay que esperar a 1953 para la firma de un tratado de “ayuda militar”, que tendrá también la firma del Concordato con el Vaticano.

 

1956-1962

Recuperación económica y comienzo de la industrialización, acompañados de una fuerte inflación, intensa agitación social en 1956 y vigorosa oposición universitaria, entrada de España en la ONU y en algunos organismos europeos, frenándose la fuga de divisas con el plan de estabilización 1959-1960, y la corriente migratoria a Europa. De nuevo en 1962 reaparecen manifestaciones y huelgas en Asturias.

 

1963-1973

Época de rápido cfecimiento, orientado por los “planes”. Celebración del régimen con el lema de “25 años de paz”. La “ley orgánica” de 1966 mantiene a Franco como Jefe del Estado y a las Cortes, como corporativas. La supresión legal de la censura aún se sigue aplicando con la prensa.

En 1970  el príncipe Juan Carlos, quien desde temprana edad se formaba en España, mientras sus padres residían en el exilio de Estoril (Portugal) es designado como sucesor del Caudillo, forma de restauración desaprobada por don Juan y los carlistas.

ETA atentando contra el posible sustituto de Franco, el almirante Carrero Blanco, el 2p de diciembre de 1973,  tras otros asesinatos de menos nombradía, salta a la palestra y, detenidos algunos de esos asesinos vascos, tiene lugar el “proceso de Burgos”, que condena a muerte  seis jóvenes de ese movimiento separatista y del terror, lo que origina una ola de protestas en el resto del mundo, mientras Franco conmuta las penas.

En el poder, el gobierno está en manos de los tecnócratas del Opus Dei, que han desplazado a los falangistas.

1974-1975

El ambiente económico es menos favorable. La “revolución de los claveles” en Portugal, aviva temores y esperanzas, mientras la decrepitud de Franco plantea en julio 1974 el problema de la sucesión. El gobierno de Arias Navarro anuncia reformas liberales (autorizando las asociaciones políticas) que resultan irrisorias. El joven anarquista Salvador Puig Antich es condenado a muerte, también cómplices de ETA y del FRAP, todos ellos autores de asesinatos de inocentes.

Madrid autoriza algunas manifestaciones de regionalismo cultural, animados por intelectuales y el clero, mientras los libros en catalán tienen muy buena acogida y difusión y en el sector obrero en Barcelona, Sabadell y Tarrasa se destapan nuevas reivindicaciones sociales y nacionalistas.

En 1962 arrancó la modernización agrícola, aunque sin que exista un gran despegue, donde sigue habiendo tierras sin hombres, hombres sin tierras y tierras donde la gente se amontona.

La industrialización también fue tardía y rápida, que iniciara el Instituto Nacional de Industria (INI) y la autarquía de 1954 a 1962, dejó paso a la intervención del capital extranjero y el dirigismo cedió ante el liberalismo.

Las ciudades han cambiado de aspecto: Zaragoza, Burgos, Valladolid y Pamplona, que ven crecer sus arrabales, mientras Madrid, Barcelona y Bilbao contienen aglomeraciones industriales gigantes y muy contaminadas.

A pesar de esa renovación industrial, los problemas sociales siguen siendo extremadamente agudos, continúa el éxodo de mano de obra cualificada, el papel del turismo parece resultar atractivo y la inversión hotelera una oportunidad, crecen las importaciones y también la inflación.

El despegue económico revelará entonces las disparidades sectoriales. En la industria los sectores retrasados se ven amenazados por el paro (minas asturianas) o por las crisis de exportación donde se ha podido exportar gracias a salarios bajos (confección y calzado). Por todo ello, los conflictos laborales son numerosos, y los sindicatos verticales para nada sirven, donde se van infiltrando “las comisiones obreras”, que reciben asilo por parte del clero en sus reuniones clandestinas.

Las represiones son brutales y a veces sangrientas: Granada, Ferrol, Madrid y Barcelona.

 

La poesía y el cine de esa época, a pesar de la censura, están comprometidos y son críticos, principalmente Celaya, Blas de Otero, Buñuel, Bardem, Berlanga y Ferreri, cuando la combatividad obrera es persistente y en las grandes universidades se vive en permanente tensión allá por los años 70, momento en el que surgen defecciones tales como Calvo Serer y quien fuera ministro de Franco, Fraga Iribarne.

 

La tensión política y la presión en la calle y en las aulas se agudiza tras el atentado sobre carrero Blanco, en 1975, y la muerte de Puig Antich a garrote vil, además de las 11 condenas a muerte, de las que solo se ejecutan 5, mientras ETA y el FRAP (marxista-leninista)  atacan más duramente al Régimen, en la persona de inocentes civiles y militares.

 

El clero, contrariamente a 1936, ahora ha cambiado de actitud y se compromete en acciones políticas ilegales contra el mismo régimen que los protegió y adoptó sus consignas y catecismo para la gobernanza del país.

 

El ejército y las fuerzas de orden son solidarios del sistema y cooperan en la represión, ya que se forjaron con motivo de la guerra civil y gozan del favor continuo de Franco.

 

Cierto es que los medios financieros, en auge y beneficiados de la protección que le otorga el Régimen, quisiera liberarse de esa tutela y ser más liberal, a la vez que las empresas que inician su andadura exportadora. Sin embargo, el asunto “Matesa” (una empresa catalana de maquinaria para el hilado de tejidos ha llevado a cabo exportaciones ficticias que gozaban de subvenciones millonarias) será un golpe contra los tecnócratas, aunque pronto se tapará este desgraciado asunto para proseguir la suave apertura económica.

 

La Iglesia, mientras tanto, ya está muy lejos de los beneficios que le proporcionó la “Cruzada”, de privilegios fiscales, obligatoriedad del matrimonio religioso y del catecismo, influencia predominante del clero en la enseñanza, en la universidad y en el Consejo de Investigaciones Científicas, por lo que existe una división en el mismo seno de la grey católica. La primera formada por la acción del Opus Dei, orden religiosa moderna decidida a encuadrar a la sociedad laica y ya participando en el Gobierno. La segunda fractura la conforman jóvenes religiosos, curas de barrio e incluso en los pueblos, opuestos al capitalismo tradicional. Entre estas dos corrientes citadas, la masa duda y la jerarquía maniobra, tratando de pastorear a 35 millones de almas en 1975.

 

Su autor concluye, apoyándose en el legado de hombres como Falla, Picasso y Lorca (pobre selección de los innumerables que podría haber escogido y muestra de su sesgo ligeramente tendencioso), cree que la originalidad íntima de la colectividad española no tiene nada que temer del porvenir.

 

EPÍLOGO (ENERO DE 1978)

 

Franco muere el 20 de noviembre de 1975, después de una agonía prolongada artificialmente y exhibida públicamente por su propio yerno.

 

En la misma misa de la coronación de Juan Carlos I, monseñor Tarancón, arzobispo de Madrid tuvo interés en subrayar que la Iglesia española renunciaba en adelante a sus tradiciones conservadoras, cuando tres ministros diplomáticos: Fraga Iribarne, Garrigues y Areilza, Conde de Motrico, recibían el encargo que España discurriera por los cauces de Portugal y Grecia, bajo la supervisión de los Estados Unidos.

 

Pronto, Juan Carlos I rompería la línea que Arias Navarro y los viejos seguidores de Franco pretendían, nombrando inesperadamente como Presidente de Gobierno a Adolfo Suárez, 3 de julio de 1976, joven político poco conocido. Quien de inmediato anunció una reforma política real, una amnistía y unas elecciones, abriendo la puerta del regreso del partido comunista, cuya dirección seguían ostentando viejos líderes del tiempo de la República, caso de la Pasionaria (Dolores Ibárruri) y Santiago Carrillo.

 

No obstante hubo incidentes sangrientos, como fue la matanza de Atocha, en cuyos despachos cinco abogados madrileños perecieron y la fracción militar  de ETA seguía con su tiro en la nuca o la bomba lapa.

 

En Cataluña, siempre conflictiva social y políticamente, el esrutinio de las elecciones arrojó un 20% para el PSUC (comunistas) y un 30% para los socialistas, decantándose todos los partidos políticos sin excepción, por la autonomía.

 

De este modo, se restablecía simbólicamente la Generalitad y la encabezaba Josep Tarradellas.

 

En economía, a pesar de una fuerte inflación, el llamado “Pacto de la Moncloa”, ha comprometido a todos los partidos políticos parlamentarios, incluidos los comunistas, a repartir equitativamente los sacrificios que sean necesarios entre todas las clases sociales.

 

Punto final a una brillante obra, nada desdeñable para conocer mejor la historia de España, a pesar de que su autor sea un lúcido comunista. Libro que tuvo una enorme difusión, a pesar de las primeras prohibiciones, y su autor como el traductor, siguieron dando su opinión sobre la Historia de España, en años sucesivos.